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ACTUACIÓN 234

Cortar y crecer

Actualizado 02/09/2018
Redacción

El grupo de teatro Lazarillo de Tormes representó su montaje 'Teresa, la jardinera de la luz' en la iglesia de la localidad de La Tala

Son tierras del Alto Tormes. Separado de Salvatierra por el embalse de Santa Teresa, se ubica un pueblecito, que con su curioso nombre parece decirnos lo mucho que sabe de separaciones y caminos intermedios, pero cuyas gentes siempre han sabido reivindicar lo suyo. Es La Tala, y su término municipal estuvo dividido en dos, aunque hace el tiempo suficiente para haberlo olvidado. Parte de su territorio pertenecía a la Comunidad de la Tierra y Villa de Ávila, y por tanto al obispado de la misma, y su otra mitad era jurisdicción del Concejo de Salvatierra y se incluía en la diócesis salmantina.

Su próximo embalse lleva por nombre el de una mujer que también pasó su vida entre dos aguas, intentando que todos los que estuvieran en tierra de nadie, compartieran con ella la seguridad en la que pisaba, pues aspiraba a llegar muy, muy alto. Teresa de Jesús, entre el Cielo y la Tierra; entre los reinos de ambos lugares; cortando lazos que la impidieron recorrer su camino, y atando los que para ella eran los esenciales. Una larga e interesante trayectoria que va de la mujer a la santa sin solución de continuidad, y que gracias a la obra de teatro "Teresa, la jardinera de la luz" ha llegado a infinidad de espectadores, sin fisuras en un trabajo que a pesar de su brevedad, ha conseguido ser compacto, entero.

'Lazarillo de Tormes' pone en escena una vez más, a "Teresa, la jardinera de la luz". Son muchas las representaciones que lleva de la mano de la Diputación en este 2018, y ahora estrena su calendario de septiembre en La Tala. La brevedad y ritmo de su obra, hace accesible y amena la profundidad de esta carmelita que tanta huella ha dejado para la posteridad, y que tan significativa ha sido en las provincias donde su vida vio la luz en dos de sus más trascendentales momentos, Ávila y Salamanca. Pues en una vino a este mundo y se fue de él en la otra. Este recorrido, retrospectivo es el viaje que de la mano de 'Lazarillo de Tormes' se realiza, desde el primer momento en que sus actrices, transformadas en hermanas carmelitas gracias a sus hábitos de estameña, entran en cada una de las iglesias que como escenario perfecto, les va a dar la oportunidad de hacer que los espectadores se trasladen con ellas al siglo XVI.

Los vecinos de La Tala en su parroquia de san Antonio viajan como tantos otros al momento en que Teresa mujer agoniza en el convento de Alba de Tormes y por el recorrido vital que las monjas que quieren acompañarla, ofrecen de ella. Desde su infancia al instante en que un dominico inquisidor pretende demostrar su nada ortodoxo comportamiento para su época y su elección de vida novedosa, todo transcurre ante el público con la misma rapidez con la que avanzan los diálogos, escenas y exposición de una vida llena de anécdotas, problemas, debilidades y fortalezas como las de cualquiera. El simbólico título de la obra, es la clara metáfora de la mujer que fuera esta santa. Sembró, cultivó regó y entregó los frutos de una recolección de la que la Historia, la intelectualidad y la teología tienen firme constancia.

Nada ajeno a las gentes de La Tala, cuyo santo patrón, san Antonio, dice mucho también de la firme resolución que siempre han demostrado a la hora de reivindicar mejoras para su localidad, como adecuadas carreteras de acceso al municipio, nueva red de luminarias, que den luz a sus calles, y presencia de autoridades civiles y religiosas en sus actividades más reseñables.

Un respeto que todos merecemos, que todos estamos en el derecho de pedir, y que una mujer como Teresa, hace ya cinco siglos, vestida de monja, no cesó de hacer. La naturalidad con la que transcurren los acontecimientos en "Teresa, la jardinera de la luz" nos acercan a cualquier ser humano que luche por sus libertades y capacidades, y sobre todo a la calidad de una interpretación que hace que eso sea posible. El ritmo de la obra, la elegante sencillez de su texto y la rotundidad de las palabras de la maestra en boca de sus hermanas, llegan al corazón de los espectadores que nuevamente aplauden la rebeldía de quien supo separarse de lo que la ataba y recortar toda la superficialidad mundana que la impedía caminar ligera a su objetivo. Talar el tronco de la Inquisición es arduo trabajo a la vista de la imponente credibilidad que en escena transmite el actor que el público mira como a un casi irreductible emisario de la oscuridad. La música renacentista, es el broche relajante y cómplice que los espectadores necesitan, para volver a ver con claridad.

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