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La Casa Franca frente al Monte real
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En conmemoración del año jubilar teresiano

La Casa Franca frente al Monte real

Actualizado 04/08/2018
Redacción

CASAFRANCA | La iglesia parroquial acogió la representación teatral del grupo Lazarillo de Tormes

Una casa franca es una estancia donde guardar bienes de utilidad para el ser humano, resguardarlos y protegerlos. En el medio rural se almacenaban allí útiles o aperos de labranza. Una localidad de la comarca de Entresierras salmantina lleva como topónimo este precioso nombre. Cuenta la leyenda que hace muchos años, siglos, había un pueblecito que miraba a un monte llamado Monreal porque albergaba en su cima un castillo, probablemente construido por árabes como baluarte defensivo en tierras fronterizas como lo fueron las de esta comarca. Un devastador incendio destruyó un día esta sencilla localidad, y sus habitantes, pocos entonces, sin recoger sus pertenencias, abandonaron sus quemadas casas y se refugiaron en la casa franca próxima a su pueblo. En torno a ella volvieron a levantar otro, a rehacer sus vidas, a construir la nueva iglesia para reunirse en sus momentos más memorables, y a llenar su cementerio con los que se iban a otra mejor, mientras en ésta arrastraban el apodo de "chamuscaos".

Casafranca vive de sus campos y ganados, como siempre lo hiciera y recibe a caminantes que desean vivir en la Naturaleza jornadas de belleza y recreo. Frente a esta localidad tan llena de misterio y tradiciones sigue mirando desde lo alto el pico Monreal con lo que pudieran ser las ruinas de aquel castillo. Los habitantes de este pueblo han querido también abrir las puertas de otra "casa franca", su parroquia, pues en toda iglesia se guardan las energías de tantas vidas que a lo largo de siglos comparten sus caminos: bienes de gran valor en todos los aspectos. Allí recibieron a "Teresa, la jardinera de la luz", de cuyo patrocinio, la Diputación de Salamanca tanto se congratula. Es la historia en torno a una mujer del XVI, que eligió libremente vivir la vida entre los muros de un convento, y se narra en un guión sucinto que con bellos diálogos y parte de la obra de Teresa de Jesús, nos acerca un enfoque totalmente novedoso y veraz de esta figura que ha permanecido alejada de nuestras vidas reales envuelta en un halo de inalcanzable misticismo.

Pero Teresa era una mujer de carne y hueso y su espíritu indómito y revolucionario no tenía cabida en la sociedad de su tiempo. Y a pesar de las críticas que la denostaron, supo sembrar la semilla de la luz, la razón y la confianza en tantas mujeres, que otra luz, la de la hoguera quiso destruir. El grupo de teatro 'Lazarillo de Tormes' se mimetiza de tal manera en los personajes que han creado para contar a Teresa, que son capaces de transportar a los espectadores a la sociedad, política, religiosidad y cultura de una época, que de repente parece ser el contexto en el que se mueven para convertirse en cómplices de todo lo visto en escena.

Una mujer franca se dirige sin miedo a todo un rey, para defender a quien considere oportuno. Amistad con su Majestad terrenal, Felipe II, y apasionado amor por su Majestad del Cielo a quien se declara con hermosísimas palabras que desbordaron su obra lírica. Pies cansados que recorrieron caminos buscando nuevas casas para sus hermanas. Y por encima de todo, una inteligencia natural que le permitió llegar a todos los estamentos de la sociedad llevando por bandera la libertad que en Dios encontraba. Bajo sus hábitos de paño de lana de oveja, las actrices de 'Lazarillo de Tormes' se convierten en unas hermanas carmelitas que son fiel reflejo de todo ello. Desmontan sin pudor con obvios argumentos y las palabras de su madre, todos los que el padre dominico enviado de la Inquisición, se empeña en lanzarles desde su púlpito. La música que acompaña a todo el montaje, y que proviene del órgano que, estamos casi seguros, toca el maestro Salinas, no deja de hacer guiños a todas las situaciones que desde el altar de la iglesia de Casafranca se hicieron de nuevo, pero que son siempre exclusivos. Este bien hacer lo aplaudieron unos vecinos que saben del valor de la hoguera como símbolo de vida tan necesario para los hombres, y que desde esta óptica la contemplan cada vez que en los fríos comienzos de diciembre, se juntan en la plaza de su pueblo para honrar con su luz y calor a su tan venerada santa Bárbara, otra mujer que tanto admiran, y que pasó por la tierra con la fuerza del rayo.

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