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Un pan sin sal
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la crónica de paco cañamero

Un pan sin sal

Actualizado 10/02/2018
Paco Cañamero

En el festival del sábado de Carnaval hubo cosas interesantes, con detalles de los espadas, aunque la verdad le faltó la chispa necesaria a los 'sanchezherrero'

Bajo la bandera de la alegría que trae el Carnaval, con esa hermosa fusión del toro y disfraz, que hacen único al de Ciudad Rodrigo, dio el pistoletazo de salida el primer festival, el del sábado. El que un día, ya lejano, los lugareños conocían por 'la benéfica', en honor a ser una 'corrida' instaurada con la finalidad de lograr fondos económicos para la supervivencia del Hospital de La Pasión, que era la casa de la beneficencia existente en esta monumental ciudad del Águeda, cuyo legado continúa hoy gracias a la inmensa labor desarrollada por el gran Ceferino Santos Alcalde, cuya memoria se perpetuo tras el paseíllo ?junto a otras personalidades vinculadas a Miróbriga y fallecidas el último año- convertida en una moderna residencia.

Hogaño, aquella 'benéfica' de antaño, es un festival con el atractivo de ver nombres de interés, aunque aquí nunca llueve para dar gusto a todos. Y con el cuarteto actuante se llenó hasta el último rincón del artesanal coso taurino. No cabía un alma más y mira que en la sombra el frío se adueñó pronto, junto al molesto cierzo que dejó al público tiritando. Pero las ganas de fiesta podían con todo y más en Carnaval (Carnaval, te quiero), donde la gente en cuanto tuvo ocasión aplaudió y mostró los deseos de que triunfasen los espadas anunciados, aunque fueran con orejas de escaso contenido y, en ocasiones, trabajadas por las cuadrillas, en esa triste estampa de peones mendigos que cada día se repite más en las plazas para seguir lastrando la grandeza de la Tauromaquia.

El festival hubo cosas interesantes, con detalles de los espadas, aunque la verdad le faltó la chispa necesaria a los 'sanchezherrero', sobre todo al primero y el tercero, que fueron los de más clase y con un poco de fuelle que hubiera llevado emoción a sus embestidas el resultado habría sido otro. Y además se lo merece esta familia ganadera de la socampana mirobrigense, que tanto lucha por y para el toro bravo.

El primero, que fue a manos de Curro Díaz, el artista de Linares que es uno de los lujos del toreo actual, no se empleó en el capote y después se 'durmió en el peto'. Ya en la faena de muleta, Curro Díaz, toreó con su gusto y empaque, destacando varios naturales largos y profundos, aunque faltó la emoción que debería poner el toro, dejando que el conjunto de la faena fuera un pan sin sal. Lo mejor la esencia del torero.

Embarullado anduvo Manolo Escribano, que no acabó de tener su día. Si anduvo vistoso con el capote ante un torete que apretó en el cabello, sin embargo con las banderillas, que es su fuerte, se mostró fallón. No tuvo la clase del anterior el toro, que tampoco acabó de emplearse y el matador anduvo ahí, como mejor pudo en un trasteo que acabó con manoletinas y que fue generosamente premiado tras un pinchazo.

Otro pan sin sal fue el que le toco a Del Álamo, con calidad, pero nada de fuerzas desde que salió del caballo, donde apretó y el picador ?Currito Sánchez- dejó su sello en una buena suerte de varas. Desde entonces lo importante del espada fue que no se cayese la res en una larga faena, templándolo muy bien, sin toques bruscos, ni dejar que le puntease el engaño. Ese fue el secreto de una larga faena, donde al final se clavó de hinojos para torear sobre la diestra y levantarse enrabietado para provocar una ovación y volver al toro para poner fin a su labor con unas manoletinas. Mató bien, la gente agradeció todo lo bueno que había hecho y lo premiaron con las dos orejas.

Lo malo del baile es cuando te toca la más fea y ahí las cosas no lucen por más que se quiera. Le ocurrió a Antonio Grande, el novillero de San Muñoz, a cuyas manos fue a parar el garbanzo negro. Fue un novillo gazapón, que se revolvía con rapidez y embestía sin ninguna clase, tampoco sin humillar. A pesar de no tener condición ninguna el animal, el de San Muñoz, se entregó para buscar el lucimiento en un esfuerzo baldío, mientras el novillo buscaba siempre el bulto. Lo mejor es que estuvo habilidoso con la espada y fue premiada con otra oreja en una tarde que el 'ussía' mostró su lado amable.

FICHA DEL FESTEJO

Ciudad Rodrigo, 10. Se lidiaron reses de Hermanos Sánchez Herrero, de buena presencia y con mucho fondo de nobleza, aunque faltos de fuerzas. El cuarto falto de clase.

Curro Díaz: Una oreja.

Manuel Escribano: Una oreja.

Juan del Álamo: Dos orejas.

Antonio Grande: Una oreja.

Entrada: Lleno en tarde soleada y muy fría.

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