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De Árboles y Plazas
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De Árboles y Plazas

Actualizado 27/01/2018
Fructuoso Mangas

Supongo, y quizás me equivoco, que no son muchos los salmantinos que conocen el trabajo del obispo Padre Cámara en esta la ciudad de Salamanca. Desde 1885 a 1904 fue infatigable en su acciones e intervenciones episcopales, algunas incluso polé

Lo primero, los árboles

El padre Cámara plantó muchos de los árboles que crecen ya altos y con años en Salamanca; celebró el primer Día del árbol en Salamanca y, congresista por la provincia eclesiástica de Valladolid, presentó propuestas en el Congreso para imponer por ley normas sobre el respeto a los árboles y la necesidad de extender su cuidado y su plantación; llegó a ser presidente de honor de la única asociación de Amigos de los Árboles que con sede en Barcelona había en España; como fruto de sus iniciativas por fin un real decreto del año 1904 impone la Fiesta del Árbol con fines educativos y repobladores.

Era un infatigable plantador de árboles en cualquier lugar que surgiera dentro de su trabajo pastoral y su constante preocupación urbanística y, en confesión propia, lo hacía por la belleza que cada árbol aporta y por su eficacia para la buena conservación de los terrenos. Como no podía ser menos estableció una Sociedad Local "para dotar a Salamanca de suficiente arboleda" y el 31 de diciembre de 1897 publicó un decreto, "de obligado cumplimiento", para que se "plantaran árboles en atrios, cementerios y fincas eclesiásticas". Podría ser hoy patrono de muchas iniciativas en estos mismos sentidos. Supongo que miraría con tristeza la desaparición de los olmos de las Úrsulas que él plantó en esa calle que a la vez empedró de su propio bolsillo la admirable Gonzala Santana.

En una ocasión al menos aludió públicamente el Padre Cámara a la necesidad de incorporar el río a la ciudad; habría que recoger la idea e impulsar más los trabajos todavía necesarios para que el río acabe siendo lo que debe ser, franja preciosa que une a la ciudad y espacio de disfrute para los salmantinos. Sorprende el abandono y el descuido y la lentitud y la falta de entendimiento de las instituciones competentes.

Las plazas

El Padre Cámara tomó decisiones extremas, aunque con alguna presión municipal, en la demolición de viejas iglesias en ruinas que facilitó la existencia de plazas y plazuelas que descongestionaron en parte la ciudad; así se abrieron las plazas de San Justo (Santos Justo y Pastor), Santa Eulalia (Santa Eulalia), Colón (San Adrián), San Pelayo (San Isidoro), San Juan de Sahagún (San Mateo), Juan XXIII (antiguo Palacio), Patio Chico (Cuarto de los Votos y Casa de la Cabeza); en algunos de estos casos Fray Tomás de Cámara, como buen negociador que era, consiguió ventajas y concesiones por parte del Ayuntamiento, como fue por ejemplo la donación del espacio de Monte Olivete y de la calle de acceso, que unió al edificio de Calatrava que acababa de comprar.

Por todo esto los salmantinos, en cuestación popular, levantaron su estatua en el monumento que durante muchos años presidió la Plaza de Anaya y que desde hace unos años ocupa ese espacio más discreto y discutible junto al Palacio Episcopal, edificio que él mismo levantó para residencia del Obispo y espacio de las oficinas diocesanas. No quiero pensar, y me cuesta evitarlo, que alguien lo hiciera a propósito para "marginar" al insigne obispo salmantino, aunque fuera algo de derechas y lo fuera muy a las claras, pues ninguna de las dos cosas es digno de castigo municipal ni urbano, creo yo.

Valgan estas líneas como reconocimiento a Don Tomás de Cámara y como invitación, a autoridades y ciudadanos, a cuidar de esta hermosa ciudad, especialmente de sus plazas y de sus árboles. Todo es heredado, hasta el más humilde arbusto, y tendremos que dejarlo en mejores condiciones que las que tenía cuando lo recibimos.

Sin duda hemos mejorado esa herencia, basta un paseo por la ciudad a cualquier hora y por cualquier sitio, pero queda mucho por hacer y a veces nuestra ciudad parece inhóspita y destartalada como si no hubiera nadie capaz de sacarle todas sus capacidades de belleza y de buena convivencia. Y no quiero hacer la lista de las medidas urgentes, ¡y sin grandes presupuestos!, que el conjunto urbano de Salamanca está necesitando.

Yo sólo soy un ciudadano de a pie. Que los que van a caballo de algún cargo municipal hagan la lista, como es su deber, y la vayan cumpliendo. Y que el obispo Fray Tomás de Cámara y Castro se la bendiga.

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