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La Internacional de los Niños
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La Internacional de los Niños

Actualizado 26/01/2018
Juan Robles

Los problemas de la infancia en el mundo son muchos y graves y han de ser asumidos con decisión también por las personas mayores

La Internacional de los Niños | Imagen 1Frecuentemente me encuentro con misioneros que recuerdan que su vocación misionera nació, al menos en parte, de su participación en las actividades de la Infancia Misionera o del DOMUND, sobre todo saliendo a recabar alguna limosna por las misiones con sus huchas de los negritos o los chinitos. Otras veces eran rastrillos, rifas, desfiles, etc.

Hoy ya toda esa parafernalia, legítima y hasta útil y efectiva en otros tiempos, ha sido superada. Pero los niños siguen siendo atraídos por otra serie de actividades educativas. Por ejemplo, llevan a sus casas la hucha del compartir, hucha de cartón que ellos mismos confeccionan y colorean, y después meten en ella sus pequeños ahorros o las aportaciones de su familia o de sus vecinos, y la entregan en el colegio o en la parroquia después de Navidad, o quizá en el mismo día de la Santa Infancia, el cuarto domingo de enero. También participan con ilusión en la actividad de la Canción Misionera o en la llamada del Tren Misionero, una peregrinación cercana en tren a un lugar próximo para encontrarse con otros niños de toda España, que se encuentran unidos por los mismos sentimientos de solidaridad.

Con esas prácticas, los niños manifiestan el sentido misionero y de universalidad, que tan fácilmente entienden cuando se les dan a conocer las necesidades de los niños de los otros continentes, y en concreto de los países donde trabajan los misioneros. Nuestros pequeños comprenden que muchos niños están necesitados de alimento, vestido, casa, escuela, salud, etc. Pero, además, se dan cuenta de que ellos han recibido la dignidad de personas en su condición de hijos de Dios, sobre todo por la recepción del bautismo, mientras que muchos de aquellos niños no lo han recibido todavía, a pesar de que tienen derecho a recibirlo.

La "Santa Infancia" nació en el año 1843, ahora hace 175 años, como fruto de los relatos de los misioneros de China que contaban que muchos niños eran abandonados o asesinados, y ellos y otros muchos morían sin el bautismo y sin la incorporación a la Iglesia, que debería elevarlos a la dignidad de personas reconocidas.

Fue el obispo francés monseñor Forbin-Janson el que tuvo la intuición de que serían los niños los que mejor podrían ayudar a los niños de las misiones. Los organizó en equipos de doce niños en recuerdo de los doce años en que Jesús comenzó a participar en las actividades de los mayores acercándose al Templo para celebrar las fiestas anuales, a las que todos debían acudir. A estos equipos en España los llamábamos coros. La obra misionera pedía a sus muchachos que rezaran todos los días por los niños de las misiones y que dieran en favor de ellos una mínima moneda de cinco céntimos al mes.

Las familias empezaron, además, a tomar el compromiso, al bautizar a sus propios hijos, de inscribirlos en la Obra de la Santa Infancia, y de entregar una cantidad para poder bautizar a otro niño en las tierras misioneras.

Los procedimientos pueden ser diferentes, pero el espíritu de la Infancia Misionera sigue siendo el mismo, y los niños gozan de una actitud privilegiada para asumir los gestos misioneros de solidaridad para con otros niños, próximos o lejanos. Y por eso oyen con gozo los discursos que les hablan de las misiones, y devoran su magnífica revista misionera, la revista Gesto, que tiene ya 40 años y acaba de iniciar nueva etapa renovando su apariencia pero manteniendo el mismo espíritu de siempre.

Podría parecer que la Jornada de la Infancia Misionera es cosa de niños y que, como entre nosotros hay cada vez menos de estos pequeñuelos, no tiene razón de ser celebrar la Jornada de la Santa Infancia. Sin embargo, los problemas de la infancia en el mundo son muchos y graves y han de ser asumidos con decisión también por las personas mayores, y por las mismas comunidades cristianas y todas las organizaciones sociales. No podemos desentendernos de los problemas infantiles de los niños soldados, del tráfico de menores, de los abusos de los pederastas, de la multitud de pequeños que mueren cada día por hambre, o por falta de remedios médicos, o a los que les faltan medios de formación básica escolar y una mínima protección familiar.

Estamos ante una obra que nació en la Iglesia hace 175 años, mucho antes de la proclamación de los derechos del niño, o de la creación de la UNICEF, organización de las Naciones Unidas en favor de los Niños de todo el mundo para salir al paso de sus múltiples necesidades. Esperamos la colaboración de todos los salmantinos en la obra de solidaridad de nuestros pequeños, ofreciendo todo tipo de apoyo, incluidas las ayudas económicas y, sobre todo, animando a nuestros niños a hacerse solidarios con las inmensas necesidades, materiales y superiores, de los niños a los que cuidan y dignifican por todo el mundo nuestros misioneros.

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