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Mirando adelante
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Mirando adelante

Actualizado 11/12/2017
Lorenzo M. Bujosa Vadell

Aunque parezca mentira, a veces la distancia ayuda a ver mejor las cosas. No es falsa ilusión de miope, sino prudente tratamiento del objeto de observación. Por eso, estar en otro continente de vez en cuando favorece la objetivación y sedimenta las pasiones, a pesar de los riesgos de la distancia.

Lo dicho en el párrafo anterior nos serviría para contextos varios. Pero el que más interesa a uno en este momento es el que atañe a nuestra propia casa. Dicho de forma completa: a nuestra inveterada Casa de Estudios, que está a las puertas de su octavo centenario y que acaba de pasar por una disputada contienda electoral.

A la cálida costa brasileña llegaron rumores de campaña. Aunque no me vayan a creer, estaba yo allí trabajando sobre temas tan serios como el tratamiento procesal de las insolvencias. Y como no podía ser de otra forma, todos los amigos de la Universidad de Salamanca -que distan de ser pocos-, estaban pendientes del transcurso de los acontecimientos.

No les quise molestar contándoles ciertos pormenores que, aunque vinieran a cuento, no fueron más que sombras de lo que a veces vemos en las elecciones políticas diversas, en las que se juega la supervivencia de algunos y se esquiva con disimulo el más ordinario sentido común.

Ya les he contado desde este apartado guindo que tres de los candidatos eran -y estoy seguro de que seguirán siendo- amigos del que suscribe. Con el cuarto pensaba que no tenía relación alguna, pero debo corregir de inmediato mi consideración inicial: resulta que su hija es compañera de curso de la mía pequeña, lo que lleva a una natural simpatía. Nada extraño en esta ciudad nuestra, en la que la Universidad es poco menos que omnipresente.

Todo lo cual no quiere decir que uno, como cualquier otro miembro de la comunidad universitaria, no tuviera sus afinidades, sus preferencias y hasta sus modestas propuestas de coalición, siempre difíciles de articular cuando se trata de ver quién va a ser la cabeza que va a representar y a gestionar nuestros importantes asuntos.

Cuando hablo de "nuestros" pretendo hacerlo en sentido amplio: estoy hablando de la institución que hemos recibido de tantos ilustres ancestros y que estamos obligados a entregar con la mejor de las calidades a quienes nos van a suceder. Pero también en particular, de un amplio conjunto de profesorado que precisa de mejores condiciones para ejercer su delicado trabajo. Sin duda asimismo del amplio grupo de estudiantes de sectores variados, que no están exactamente "de paso" sino que se implican a fondo, en cuanto se les da la más mínima oportunidad. Y del personal de administración y servicios, sin cuya dedicación y motivación, nada podríamos hacer los demás.

Y en esta coyuntura estamos. Tenemos vencedor, que dentro de poco va a tomar posesión de su excelentísimo y magnífico cargo, y tenemos también a un enorme capital humano que, estuviera apoyando a quien fuera, es necesario que arrime el hombro y siga dando lo mejor de sí.

Lejos de prolongar las divisiones electorales, los vencedores y los vencidos tienen la obligación moral de ceder en lo importante: nuestra vieja Universidad tiene máxima prioridad. En estos tiempos difíciles, de incertezas y limitaciones, es el momento de consensos y acercamientos, porque es mucho lo que el futuro nos plantea.

Desde la lejanía, ahora de las altiplanicies mexicanas, lo que se aprecia es que nadie sobra para construir, mirando hacia adelante.

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