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Cien Años de la Revolución Rusa. Un Balance muy provisional(III)
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Cien Años de la Revolución Rusa. Un Balance muy provisional(III)

Actualizado 08/08/2017
Miguel Ángel Perfecto

El año 1917 fue un año de profundas convulsiones políticas y sociales en el Imperio Ruso desde la dimisión forzada del zar Nicolás II por el abandono del ejército y las protestas populares al pequeño experimento de Gobierno pluripartidista hasta los golpes de estado de Octubre de ese mismo año que dieron el Gobierno a los bolcheviques. Este Gobierno dirigido por Lenin hasta su muerte en 1924 inició una serie de enormes cambios a nivel político, social, económico y cultural con el fin de construir lo que denominaron un Estado Obrero Socialista en el imperio ruso transformado más adelante en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El Gobierno comunista duró 73 años y se desintegró con el surgimiento de un sin número de nuevos Estados(15) y la práctica desaparición de la ideología comunista en casi todo el mundo.

Hacer balance, sin caer en los profundos tópicos anticomunistas, difundidos durante tantos años, es extremadamente difícil, no solo por lo que supuso durante ese periodo la Unión Soviética como referencia obligada para millones de personas en todo el mundo, sino también por la influencia indirecta que tuvo en los partidos socialistas de Europa Occidental. De hecho, hoy en día, los historiadores siguen trabajando en los ya abiertos archivos de la extinta URSS con resultados muy provisionales.

En primer lugar, conviene tener en cuenta que el movimiento obrero organizado, socialistas y anarquistas, tenía una idea muy diferente de la democracia que los partidos constitucionales de su tiempo, comienzos del siglo XX, por eso apelaban a la democracia económica obrera y despreciaban lo que denominaban "democracia burguesa". La igualdad social y económica era un valor muy superior al derecho de voto en una sociedad de analfabetos donde las desigualdades sociales mantenían dos clases sociales: "los ricos arriba, los pobres abajo". El objetivo primero era realizar la revolución socialista para instaurar una verdadera democracia obrera.

Este movimiento obrero pensaba que la supresión de la propiedad privada y la nacionalización era la solución a la desigualdad económica y social y por ello pretendían crear un sistema socialista donde no existieran esas abismales diferencias. Este pensamiento era común a todo el movimiento obrero incluidos los bolcheviques rusos que se diferenciaban únicamente en el rechazo a la vía gradual hacia el socialismo.

En segundo lugar, no es posible analizar la evolución de la URSS y el comunismo ruso sin tener en cuenta las características básicas de la sociedad rusa: un Gobierno despótico y absolutista apoyado y bendecido por la Iglesia Ortodoxa y una nobleza terrateniente, un territorio muy extenso étnica y linguisticamente diferente, subdesarrollado con una población campesina en situación de pobreza extrema y con núcleos industriales y financieros emergentes en Moscú y San Petersburgo muy dependientes del capital extranjero. El Imperio se mantenía unido gracias a un proceso de centralización y rusificación y a la temible policía secreta, y era contestado por una minoría intelectual muy activa vinculada con los populistas, los anarquistas y los socialistas

En este contexto, con un Imperio ruso muy heterogéneo culturalmente, socialmente y económicamente y una clase obrera minoritaria, los bolcheviques, una vez en el poder, continuaron la labor centralizadora del viejo Imperio utilizando a la antigua burocracia imperial pero asimilándola al partido dirigente, el partido comunista, y con los mismos procedimientos que el zarismo, la obediencia a la Autoridad ante todo.

Para modernizar el país y conseguir la ansiada sociedad socialista Stalin planteó una industrialización forzosa que tuvo enormes costes humanos con la finalidad de reducir el campesinado mayoritario y al mismo tiempo convertirse en referente económico para muchos países, atacados por las crisis capitalistas. Esta política seguía igualmente el afán imperial del zarismo ruso y su despotismo, de hecho, el estalinismo siguió utilizando los símbolos nacionalistas del viejo imperio a través del control de los medios de comunicación de masas y el adoctrinamiento de la escuela. La industrialización dio lugar a la aparición de una casta burocrática muy conservadora formalmente dependiente del partido comunista pero en realidad con una enorme autonomía en sus decisiones.

El Estado socialista obrero se convirtió en una gigantesca maquinaria burocrática oficialmente comunista pero no respondía a la idea obrera mantenida por los socialistas desde la fundación de la Segunda Internacional, se había sustituido la dualidad: burguesía- obreros por casta burocrática comunista- resto de la sociedad. Ciertamente, el nuevo Estado se preocupó por ofrecer una serie de servicios a sus ciudadanos tanto en lo referente a la educación con grandes inversiones, la salud, la vivienda, etc. Los progresos sobre todo en el campo educativo fueron destacados, de hecho, el ciudadano tenía la mayor parte de sus necesidades básicas cubiertas pero sin ningún incentivo que animara su vida y le permitiera decisiones autónomas. El resultado fue una economía poco productiva y tremendamente costosa de mantener, dada la enorme máquina burocrática que controlaba todo el sistema económico.

En cualquier caso, la influencia directa e indirecta de la URSS fue muy grande, no solo en el Tercer Mundo estimulando los movimientos anticolonialistas y nacionalistas, sino en el mundo occidental donde para frenar el posible crecimiento de la ideología comunista se extendió el modelo social-demócrata del Estado de Bienestar, sucesor del viejo Estado Social, ese pacto entre las clases pudientes y las más pobres con la intermediación del Estado con la finalidad de transferir recursos económicos de los más ricos a los más pobres para conseguir la igualdad de oportunidades. Esta igualdad de oportunidades que reduciría las desigualdades sociales se llevaría a cabo a través de la educación y la sanidad gratuitas para todos los ciudadanos. De esa manera, el viejo mito del movimiento obrero: la igualdad social se llevaría a cabo, eso si en el marco de un sistema económico capitalista controlado de alguna manera por el Estado vía intervenciones y nacionalizaciones y en un sistema político basado en el sufragio universal y la separación de poderes. La alternativa comunista perdió poco a poco capacidad de atracción en todo el mundo en la medida que las libertades políticas y sociales y la acción intermediaria del Estado redujo significativamente las desigualdades sociales y económicas y favoreció la aparición de nuevos grupos sociales dentro de un sistema democrático.

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