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Seis grados de separación
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Seis grados de separación

Actualizado 26/04/2017
Manuel Alcántara

Hay una sólida evidencia empírica desde las matemáticas de que basta con cinco relaciones para estar conectado con cualquier otra persona del mundo. Una cadena, por consiguiente, de seis personas es suficiente para abrazar al globo, para confirmar la tesis en la sorprendente ciencia de la conexión social de la vigencia de las redes y del reducido tamaño del número de nodos de las mismas como articuladores de la feria humana. La idea, que data de hace más de medio siglo, alumbró la ficción y fue asumida en el teatro y luego adaptada al cine con el mismo título de Seis grados de separación en una película de 1993 con Will Smith y Donald Sutherland, entre otros. También estuvo en el origen de otras películas algo más recientes como Crash (1996) de Cronenberg, Magnolia (1999) de Anderson con Tom Cruise, o Babel (2006) de González Iñárritu, subyaciendo también en la serie televisiva Perdidos (2004-10). Ello, sin duda, avala que se trata de una idea feliz.

La globalización que, pese al repudio que levanta en amplios sectores sociales que lo expresan de muy diferente manera, ha llegado para quedarse, ha trastocado también el sentido coloquial del uso de la expresión "de los seis grados". Ahora resulta que esa magnitud es menor. Investigadores de Facebook en 2016 han informado que los 1.590 millones de personas que comparten dicha red social estaban separadas una de otra por una cifra solamente alrededor de 3,5 encontrándose en claro descenso por cuanto que cinco años antes, cuando el tamaño de usuarios era de la mitad, se situaba en 3,74. Es decir, hay un indudable efecto de aceleración del proceso de achique del mundo a pesar de que éste cuenta con mayor número de habitantes. Se me dirá, con acierto, que la conectividad existente es espuria, pero, replico, no más que la que pudiera darse antes. Apenas es cuestión de matices.

Este asunto combina muy bien con interpretaciones de la realidad sociopolítica que insisten en poner el acento en el peso del sentido de esas conexiones. En la facilidad con que, desde determinadas posiciones iniciales, se puede alcanzar el óptimo contacto deseado con la menor pérdida de energía posible y, no solo eso, con el mayor nivel de simpatía asequible que lubrifique el proceso de conectividad. Pongamos que hablamos de la trama. Si hemos estado unos años buscando el significante vacío para terminar encontrándolo en una frase corta, pero lapidaria: "¡Es el poder, estúpido!" Ahora sabemos bien que la trama requiere, hoy por hoy, de tres eslabones y medio entre dos individuos, algo que facilita la construcción de un relato certero. Sin embargo, no siempre las cosas funcionan igual en el entramado de relaciones, aunque en ocasiones las semejanzas resultan notorias con resultados coherentes. Mélenchon e Iglesias están a partir un piñón, constituyendo una trama tibia de políticos insumisos proclives a facilitar por inacción el éxito de candidaturas de derecha para alcanzar el gobierno, en sintonía con su propósito de asaltar el cielo.

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