Pobreza sanitaria

El informe presentado hace unos días por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) admite interesantes progresos en la lucha contra la desigualdad y la pobreza, al tiempo que plantea y trata de responder dos preguntas fundamentales ¿quién ha quedado atrás? ¿cómo y por qué ha sucedido esto?. Los datos destacan ciertos colectivos vulnerables en diversos países: mujeres, niñas, poblaciones rurales, personas indígenas, minorías étnicas, personas discapacitadas, migrantes, refugiados, la comunidad LGBTI. Creo que a estas alturas todos somos ya conscientes de que para avanzar hacia una justicia social real no se precisan únicamente más recursos económicos, son igualmente indispensables cambios importantes en políticas públicas, políticas sociales y también culturales.

Que en una comunidad de regantes el 50% de sus miembros sean mujeres, no significa nada en los indicadores de género, si no pueden abrir la boca, opinar, ni hacer propuesta alguna, si su presencia es meramente decorativa, si están colocadas como floreros. De poco sirve que se haya incremento de forma muy importante el acceso a tratamiento de los enfermos de VIH/sida, si continúan siendo marginados y estigmatizados. ¿De qué valen los progresos en atención a los partos que salvan la vida de muchas madres sino podemos garantizarlas que dispondrán de comida para alimentar a sus bebes?.

En España, aquí mismo, no hablamos de Chad, Niger o la República Centro Africana, países que presentan los índices más bajos de Desarrollo Humano (IDH) según Naciones Unidas, hablamos de conciudadanos nuestros. Pues eso aquí, en nuestro país, más de 800.000 personas sufren pobreza sanitaria, porque la pobreza contamina todos los ámbitos de la vida, como no podía ser de otra forma, también la salud.

Según los datos de la encuesta realizada por Cruz Roja a 2.400.000 personas atendidas el pasado año que se encuentra en situación de vulnerabilidad, la salud es el segundo problema que más preocupa, ¿el primero? pues el económico. Más del 35% tiene, y ha tenido, serios problemas para afrontar gastos relacionados con su salud: pago de medicinas, dentistas, psicólogos, medicamentos no cubiertos por la Seguridad Social, etc., es lo que llamamos: pobreza sanitaria.

"El aumento de la pobreza sanitaria entre los segmentos más pobres de la población, debido precisamente a la dificultad de acceso a la atención sanitaria, no debe dejar indiferente a nadie y se deben multiplicar los esfuerzos de todos para que los derechos de los más débiles sean protegidos", ha manifestado el Papa Francisco en la audiencia concedida a los participantes en el encuentro de la Comisión de Caridad y Salud de la Conferencia Episcopal Italiana. Y añadió "Optimizar los recursos significa utilizarlos de forma ética y solidaria, y no penalizar a los más frágiles"[i].

Que las cosas cambien es responsabilidad de todos, de cada uno desde su parcela de responsabilidad. No es una tarea a media jornada, o a la que dedicamos unas horas al día o a la semana, es un trabajo a jornada completa, de tres turnos de 8 horas, de 365 días al año.

Por esa razón me indignó y me decepcionó escuche decir ayer al periodista deportivo de la cadena SER Manu Carreño refiriendose a la polémica desencadenada sobre el partido de fútbol entre las selecciones de España e Israel ? ya saben pintadas, propuesta de boicot a todo aquello que proceda de Israel, etc. ? que ese tipo de reivindicaciones se deben hacer en los Parlamentos, no en los estadios de fútbol. ¡Pues no Señor Carreño! Rotundamente, no. La defensa de derechos de colectivos que uno considerar no respetados, que son discriminados y maltratados debe estar presente en todos los ámbitos de la vida, debe atravesar, como un robusto hilo conductor, el cine, el teatro, la literatura, la pintura, los debates en los bares y con la familia, las radios, las televisiones, los parlamentos, los senados, etc.; y como no el deporte, todos y cada uno de ellos.

Se trata de mucho más que hacer anuncios predicando el juego limpio, hay que jugar limpio. Porque aunque a usted y otras muchas personas les cueste creerlo: Hay vida fuera del fútbol, mucha vida. Nuestra existencia no tiene lugar en compartimentos independientes y estancos, estamos en la era de la globalización, todo está relacionado y la lucha por los Derechos se tiene que libra en todos los frentes, incluido el deportivo. Así que Señor Carreño, debo decirle que lo que sucede en la vida no es cuestión sólo de parlamentos, de igual forma que usted no habla de fútbol sólo en los campos de fútbol, sino que en cualquier lugar o circunstancia y habla de emociones, frustraciones, justicias e injusticias, sentimientos, etc.

En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo[ii] y usted Señor Carreño, como persona pública tiene una gran responsabilidad de la que no puede escapar reduciendo sus valoraciones a la reduccionista y empobrecedora vida deportiva, la vida es un TODO.