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El medallón, todo un símbolo
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El medallón, todo un símbolo

Actualizado 02/02/2017
Gustavo Hernández Sánchez

Opinión de Ángel García, director del documental Salamanca 1936. Residencia oficial de Franco [Documental disponible en este enlace]

Varios concejales del Ayuntamiento de Salamanca propusieron que su busto fuera esculpido en uno de los medallones de nuestra Plaza Mayor, "al lado de los héroes y conquistadores que forjaron nuestra historia y llenaron sus páginas de gloria". Era noviembre de 1936.

El medallón, todo un símbolo | Imagen 1

Un año después, se coloca en la parte llamada "Pabellón Real", a la altura de los reyes de España. Simbólicamentelo convierten en rey, pero no uno cualquiera, se le iguala a un rey conquistador, porque lo suyo fue una gesta hispánica, no en vano estaba reconquistando un territorio al que le habían arrebatado de todos sus valores "eternos". Y es que los campesinos y los obreros, todos ellos ateos, masones y comunistas, querían acabar con Dios y el orden.

Según las actas municipales del momento, el Ayuntamiento justificaba ese emplazamiento para que su figura permanezca "pareja a la de los Reyes Católicos que lograron también la reconquista y la unidad de España".

Todo esto transcurre en los años en los que en nuestro país, y también en Salamanca, bajo sus órdenes, los golpistas están sembrando de cadáveres el país, en cualquier lugar, no sólo en las tapias de los cementerios. De la guerra se suele tópicamente decir, bien por falta de lectura o por interés ideológico (aunque muchas veces ambas van parejas) que todos son culpables. Es un descabellado error histórico. Porque lo mismo podríamos decir en el caso de la Alemania nazi o de la Italia fascista (de donde la mayoría de la sociedad española no duda de que allí hubo una dictadura y tanto Hitler como Mussolini eran unos asesinos que impusieron el terror y cometieron un genocidio). Sin embargo, por qué no somos capaces de asociar estos epítetos al dictador español, que, por cierto, mató más que Mussolini y no es que quiera uno desmerecer al italiano en su pasión por el odio y el crimen.

A nadie, en su sano juicio, se le pasa por la cabeza pensar que también los judíos y los demócratas alemanes e italianos fueron culpables del terror fascista. Y aquí, ¿por qué ocurre lo contrario? Por qué cuando se argumenta que, como han acreditado decenas de historiadores, en Españahubo un holocausto (Paul Preston dixit), sale de algunos labios la defensa a ultranza de su figura y su gran labor haciendo pantanos (muchos de ellos, por cierto, planteados por Indalecio Prieto en la República). Pantanos frente a cadáveres: la balanza, a poca sensibilidad, no se inclina muy a favor del dictador.

No responderemos a esta tan frágil tesis, haciendo mención a las decenas de miles de cadáveres, aún muchos desaparecidos; ni a que los cuarenta años fueron cuarenta años de opresión (la dictadura no paró de matar a demócratas durante toda su vida, el señor del medallón enfermo y a meses de morir seguía firmando sentencias de muerte); ni nos referiremos a que el terror y la censura impedían férreamente cualquier manifestación (de calle o de publicación); ni citaremos la tabarra de Fraga con sus 40 años de paz, porque ni en los cementerios, ni en las cárceles, ni en las comisarías, ni en los hogares de los trabajadores llegaron a conocer eso de la paz, que se lo pregunten a muchos obreros y estudiantes que buscaban la libertad.

Resultado de imagen de FRANCO UN ASESINOHablamos del "atado y bien atado" cual legado para las siguientes generaciones. Lo peor no es que hubiera nombrado a un sucesor que garantizara a perpetuidad los principios del Movimiento, ni que los poderes económicos tuvieran la garantía de seguir haciendo fortuna tal y como la fraguaron (recomiendo leer Los empresarios de Franco, de Glicerio Sánchez Recio) ni que lograra que la Iglesia tuviera la exclusiva para educar en sus valores a nuestros hijos, no pagaran impuestos y fueran impunes a la justicia. No resto valor a nada de lo anterior, pero, aún más si cabe, lo que quedó atado y bien atado fue la justicia. ¿Por qué le damos más empeño a esto? Porque la justicia es la que viste la legalidad, delimita o impide que se vaya más allá, pone límites y en caso de que se pronuncie, frena los caminos para la reparación del daño. Nos referimos, por paradigmático, al caso del juez Garzón y su "obsesión" por investigar los crímenes de la dictadura; se cerró una vía para rescatar de la tierra a demócratas cruelmente asesinados, y, con ello, a la reparación democrática. Tan atado quedó que los pertinacesnudos se resisten.

Ese medallón sobra no porque lo diga la Ley de memoria histórica: "la Administración debe tomar las medidas para retirar escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones de exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura"; ni porque los informes periciales que se presentaron ante el juzgado salmantino afirmen que "el medallón desde el punto de vista del arte carece de cualquier tipo de virtud artística" o que "constituye un residuo monumental del régimen y, por ello, de la exaltación material de sus principios, doctrinas y valores"; ni por el argumento central de la sentencia: la ley se tiene que cumplir y no "cabe la igualdad en la ilegalidad".

Su retirada es un acto de civismo y de respeto a la democracia. Su colocación pretendió ensalzar y crear un símbolo, su retirada, si cabe, es otro. La dictadura tiene que pasar a la condición de lacra. Mientras pervivan los símbolos y no se restaure la memoria de las víctimas, y el recuerdo familiar termine siendo un recuerdo colectivo para avanzar, diremos que el franquismo sigue vivo.

No he mencionado ni una sola vez al dictador porque, quizá inocentemente por mi parte, nombrarle nos puede poner en otra posición intelectual al leer lo anterior y no nos predetermina el pensamiento. Ni he mencionado los nombres de quienes argumentaron tan laudatoriamente las razones para colocar su rostro en la Plaza Mayor, aunque alguno de sus promotores aún tenga el nombre de una de las calles céntricas de nuestra ciudad. No son nombres son símbolos, si quitamos ambos quizá lo veamos desde otro ángulo. Eso quiero. Espero no pecar de ingenuo.

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