Cuarenta años por el desierto

Los españoles que andaban estrenando 1977, recién votada y aprobada la ley de reforma política, podían decir que, justo hacía cuarenta años, estaban sufriendo el primer invierno de la Guerra Civil. ¡Y fueron tres inviernos! Unos lo contarían desde el recuerdo personal y otros a través del testimonio de sus mayores. Hoy decimos que han pasado cuarenta años de unos acontecimientos que pudieron voltear la voluntad popular expresada en las urnas valiéndose de la fuerza que proporciona el terror, transformando toda la energía de quien decide libremente en miedo que recluye y aprisiona. Yo tampoco estaba allí. Es decir, aquí.

Ochenta años, toda una vida, que trazan una línea imaginaria entre tres eneros. Y en el centro, cuatro décadas después de que Radio Nacional empezara sus emisiones en Salamanca y cuatro antes de que contemplemos todo aquello con amplia perspectiva, los sucesos tristes de aquel 1977. El más célebre, la matanza de Atocha, el asesinato de varios abogados laboralistas en cuyo despacho colaboraba el salmantino Serafín Holgado, muerto a manos de terroristas de ultraderecha bajo una blasfema denominación. Todo, en el contexto de una semana trágica en la que los radicales aspiraron a campar a sus anchas y terroristas de ultraizquierda perpetraron un nuevo secuestro. Las fuerzas de seguridad reaccionaron torpemente, en algún caso aislado sin mesura, y también hubo víctimas. Parecía como si la decisión de los españoles, que no fue la continuidad de la dictadura pero tampoco la ruptura o la revolución, quisiera ser enmendada intimidándoles, acobardándoles, exterminando sus ansias de libertad.

Han pasado cuarenta años y muchos no estábamos aquí. Es decir, allí. Pero a nosotros también nos pertenece esa historia, como la de las campañas bélicas del 37 y las atrocidades de ambas retaguardias. Como cuando mirábamos a Filipinas en 1897, o no teníamos claro a quién encargarían formar gobierno en 1857, o nos preguntábamos en 1807 si sería peor el valido Godoy o el príncipe Fernando, por poner ejemplos de cuarenta en cuarenta años. Travesías por el desierto que nos han ido llevando a nuevas promesas, a veces a tierras que no son la nuestra y siempre de vuelta al solar ibérico. Travesías apasionantes que se han de juzgar sin apasionamiento, haciendo memoria histórica completa, que nada de la nada surge.

En la imagen, monumento a los abogados de Atocha en Madrid.