Asamblea Nacional (II)

Al día siguiente, martes, según nos filtraron del plan de trabajo marcado por la Comisión Permanente de la Asamblea, abordarían uno de los principales problemas de la sociedad severliana; la Educación. Como la entrada en la tribuna de invitados era libre hasta completar aforo, los periodistas hicimos noche en la puerta de acceso trasera para asegurarnos una plaza. Yo fui uno de los que guardaron las horas arropado con una manta maragata que me había mandado mi madre para las grandes ocasiones.

Tuve suerte y pude ver como a las nueve en punto de la mañana se presentaron los uniformados y coloristas representantes que, para solidarizarse con los atormentados alumnos de aquel castrante sistema educativo, llegaron montados en patinetes, se saludaron dicharacheros unos a otros golpeando las palmas de las manos a la altura de la cabeza, y se sentaron en los respectivos respaldos de sus sillones poniendo los pies en los asientos. No bien el señor presidente dio el pistoletazo de salida, el líder del grupo mayoritario dijo que ellos, con recogimiento y abstracción, habían estudiado hasta el agotamiento los problemas de la educación severliana y creían haber encontrado la solución

-Queridos compañeros ?continuó-, para no aburriros con tediosos discursos, hemos condensado las deliberaciones.

La Asamblea asintió con un zapateado en los asientos.

Vista la aceptación, se metió en sí mismo y se lanzó.

-Con el permiso del señor presidente comienzo con el primer pensamiento: ¡Letra que no entra, déjala correr!

La aprobación fue unánime. Algunos sacaron pañuelos blancos y los agitaron. El líder carismático se creció, se puso de puntillas para salir mejor en las fotos y lanzó la siguiente reflexión: ¿Exámenes? ¿Reválidas? ¿Deberes? ¡Sí! ¡Pero a los profesores! que arrancó tal zapateado y aplausos de sus Señorías que temimos que el edificio se viniera abajo.

El grupo de la oposición no se hizo esperar, su discutido jefe se incorporó como lanzado por un resorte y replicó:

-¡Al "profe" malo lo mejora el palo!

También fue ovacionado, pero menos, lo que animó a que los portavoces de todos los partidos lanzasen una andanada de consignas a pleno pulmón (he seleccionado dos):

-¡El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar! ¡Costumbres de mal maestro, sacan alumnos siniestros!

Al constatar aquel pozo de sabiduría, el presidente de la Asamblea levantó las manos, reclamó silencio y tomó la palabra.

-Después de este derroche de inteligencia, que tan bien comprenderán nuestros representados, no creo que haya dudas; hemos resuelto el problema de la Educación en Séverla. Les felicito.

Nadie supo cómo, pero debió producirse una filtración porque, de pronto, un clamor entró por las ventanas cegadas del recinto asambleario: ¡Eureka! ¡Eureka! ¡Eureka! La gente se había echado a la calle gritando para festejar que sus representantes se hubieran puesto de acuerdo en la redacción de un sistema educativo que no fuese partidista.

Aquí terminó la sesión de la Asamblea, que se despidió con abrazos, besos y felicitaciones mutuas por el trabajo bien hecho. Sus señorías salieron agarrados de la mano unos con otros, excepto los que andaban liando cigarrillos, creo que con tabaco de picadura, mientras sentenciaban; "mañana será otro día".

Esa misma tarde, las asociaciones oficiales y oficiosas del profesorado hicieron llegar a los periodistas acreditados un comunicado en el que, más o menos, venían a decir? Toda la vida desasnando y tenemos la cuadra llena.