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El guion
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El guion

Actualizado 18/01/2017
Manuel Alcántara

Cuenta Ricardo Piglia en el segundo volumen de sus memorias su obsesión por las listas. La necesidad que tenía de realizar listados continuamente recopilando diferentes propósitos de temas pendientes de llevar a cabo. Todo ello es algo que cualquiera reproduce cada día para mitigar la mala memoria o por un cierto afán taxonómico que ordene moderadamente la existencia. Dentro de los tipos de listas uno de los más habituales es el que recoge nombres de personas pertenecientes a diferentes colectivos. Durante buena parte del siglo XX las guías telefónicas fueron la quintaesencia pedestre de este asunto. Frente a ello, de manera dramática, se encontraban las listas oprobiosas de los reprimidos por numerosos factores.

La configuración de listados requiere respetar criterios clasificatorios mínimos. En el caso de personas estos son muy simples, siendo el problema principal a elucidar la superación de la antinomia entre sus nombres y sus apellidos. Una vieja cuestión, al menos en el contexto convencionalmente enunciado como occidental, que incorpora a toda persona el (los) nombre(s) propios asignado(s) tras el nacimiento con el legado de sus antepasados (apellido(s)). Pero este escenario aparentemente generalizado reúne tradiciones distintas que complican el asunto. La utilización de un único apellido vinculado al del padre, como ocurre en el mundo anglosajón o en Argentina, frente al uso del primer apellido paterno y el primero materno por ese orden, como sucede en España y en numerosos países iberoamericanos, o la inversión de los mismos como ocurre en portugués. A esa confusión pueden añadirse nombres que también son apellidos como acontece en español con Martín o Jaime, la tradición anglosajona cuando la casada pierde el apellido de soltera, o la estilizada costumbre catalana del uso de la "i" entre apellidos.

En el galimatías de la globalización, los listados originados en estas tradiciones confluyen de modo algo conflictivo requiriéndose un reajuste necesario. El dominio del inglés en la academia obliga a los autores que habitualmente usan sus dos apellidos a renunciar a uno de ellos. Sin embargo, son cada vez más los que desisten de ello e imponen un guion que enlaza ambos apellidos convirtiéndolos en uno solo. El guion es una excelente coartada, un apropiado instrumento conciliador. Un signo modesto que se reinventa con eficacia de manera utilitaria para que en la sacrosanta bibliografía el autor sea citado de forma unívoca y fehaciente. Además equipara al prosaico académico con la alcurnia más rancia.

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