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Mi abuelo, el padre David y Teo
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Mi abuelo, el padre David y Teo

Actualizado 13/01/2017
Marta Ferreira

Mi abuelo, el padre David y Teo | Imagen 1

Aunque estoy en la cama con un gripazo de aúpa, hago un esfuerzo y me pongo a escribir porque no puedo dejar de hacerlo ante la inminente celebración de la fiesta de San Antón y de la bendición de los animales. ¿Razón? Que esta tradición, que había desaparecido a finales de los años cincuenta en Salamanca, fue recuperada por dos personas que han sido muy importantes en mi vida: mi abuelo Eleuterio y el padre David de la Calzada.

Comienzo hablando de este último. El padre David en mi casa y en la de mis abuelos no era solo un fraile amigo, muy admirado porque fue uno de los más importantes predicadores de España en la década de los cincuenta y sesenta. El padre David era uno más de aquella familia y para mí y mis hermanos como un segundo abuelo: nos bautizó, nos dio la primera comunión y en mi caso además me confesó por primera vez. Llegaba tu santo o tu cumpleaños y en casa no faltaba nunca su llamada para felicitarnos. Amable, humilde, sencillo, cariñoso, leal, todos sabíamos que ningún amigo como él, que si alguna vez necesitásemos su ayuda jamás nos fallaría. Cuando le recuerdo o miro una de sus fotografías, como por ejemplo una en que tiene en brazos el día de su bautizo a mi hermano Ángel mientras yo les miro, vuelve lo mejor de mi infancia, de mi vida, y doy gracias a esta por haber conocido y querido a un hombre verdaderamente bueno.

En cuanto a mi abuelo, he hablado muchas veces de él en estos artículos. Y no voy a explayarme, pero sí quiero decir que mi amor a los animales procede de él. Era veterinario, el primero en Salamanca que montó en la Gran Vía una clínica dedicada a los pequeños animales. Cuántas veces no le he visto vacunar perros o gatos o examinar animalitos enfermos. Cuando se murió hubo personas que hablaron de él como "el veterinario de los pobres", porque apenas si cobraba por sus servicios. Como él sabía de mi cariño por los animales, quiso regalarme un perrito, pero no fue posible entonces porque éramos cuatro niños en casa y mi madre no podía además cuidar de un nuevo inquilino. Siempre me quedé con la nostalgia de aquel perro que no pudo, aunque quiso, regalarme mi abuelo.

Y aquí viene Teo, mi perrito que ya ha llegado a los trece años. En aquel momento, subiendo un día por la calle Correhuela me lo encontré en el escaparate de una tienda, me miró, nos miramos y quedé cautivada. Fui corriendo a mi madre y le pedí por favor que ahora sí acogiera a quien íbamos a llamar Teo. Mi madre aceptó y aquella misma noche entró en mi casa: cabía en un bolsillo, de lo pequeñito que era. Al día siguiente se lo comenté a mi abuela Angelines, que recordaba cuánto había deseado su marido regalarme un perro y que por eso hizo cuestión de honor ser ella quien asumiera el gasto. No sabía entonces ella que Teo iba a cambiar su propia vida, pues solitaria y melancólica como era, encontró en él remedio a su soledad y tristeza: todas las mañanas se lo llevábamos a su casa y allí se quedaba hasta después de comer. Mi abuela mejoró su carácter, fue más feliz, gracias a aquel perrito que tanto había deseado regalarme mi abuelo.

Me han venido todos estos recuerdos a la memoria hoy, cuando he sabido que el martes es la bendición de los animales. He sentido mucho orgullo de que mi abuelo Eleuterio y el padre David se aventuraran en recuperar esta tradición que promovieron durante muchos años. Ahora, otro de la familia es quien se encarga de continuar su estela. Desde luego que con ella no se cambiará el mundo, pero sé por experiencia propia cuánto bien producen estos pequeños animales: cómo acompañan a tantas personas que viven en soledad, cuánto cariño regalan gratuitamente, qué bien se está a su lado. Por eso se merecen esta fiesta y celebrarla por todo lo alto.

Cuando cada día veo a Teo, me siento feliz de que hubiera entrado en mi vida hace trece años: él me ha dado mucho más de lo que ha recibido y he aprendido en todos estos años que los animales pueden enseñarnos a ser mejores personas a los seres humanos. La vida al lado de Teo es un placer.

Marta FERREIRA

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