Tiempo de ritos

No hay Navidad sin memoria. Y la memoria nos conduce ?es siempre selectiva? a todo aquello que, en nuestra vida, tiene significaciones profundas, a aquello que de verdad nos importa. Y es siempre así, pese a que, en cada uno, tal proceso vital, se realice de un modo distinto.

El sentido que he albergado siempre ?y que con el tiempo más se me acentúa? de lo sagrado, ahora sé que procede, en gran parte, de mis primeras vivencias de la niñez. Y, entre ellas, tienen una gran importancia las de los días navideños.

Y ese sentido de lo sagrado me ha llevado y me lleva siempre a tener una profunda piedad y compasión hacia las personas más desfavorecidas en el mundo y en la sociedad. Piedad y compasión. Algún día hablaré de estas virtudes, de estos dones que, en nuestro mundo, tienen, por desgracia tan mala prensa, debido al pragmatismo que nos corroe.

Piedad y compasión. Sí. Pero también respeto hacia los otros, hacia todos los otros, sean quienes fueren.

Y, en estos días de nacimiento, de natividad, de navidad, en estos días del nacimiento del Niño Dios, en que todo se ilumina y la vida se renueva, tendríamos que pensar, en primer término, en los niños, el mayor tesoro de una sociedad, de cualquier sociedad. Esos niños que tendríamos que cuidar como oro en paño. Son nuestro futuro. De ahí la importancia de una buena alimentación e higiene para los niños, de una buena educación e instrucción, de una buena protección social. Pero ¿lo hacemos?, ¿estamos cumpliendo este programa? Nos inquieta mucho cuando, instituciones tan benefactoras como la Unicef, o Cáritas entre nosotros, al dar sus cifras y estadísticas, hablan de casi un tercio de los niños españoles bajo el umbral de la pobreza.

Días de nacimiento, días de navidad. Tiempo de ritos. De niños, cuando éramos monaguillos, vivíamos en un continuo temblor, por todo lo especial que había en tales días: poner el "nacimiento" (nombre que se daba al "belén"), con unas figuras tan deliciosas, que aún nuestra memoria las lleva grabadas; estar junto al sacerdote cuando, tras los actos litúrgicos se daba a besar los pies descalcitos de la imagen del Niño, pues, tras cada beso, habíamos de limpiarlo con un paño; y tantos y tantos recuerdos.

Tiempo de ritos. Sí. Pero quisiéramos que también fuera un tiempo en el que la dignidad, la piedad, la compasión, el sentido profundo de la fraternidad? formaran parte de todos, fueran un patrimonio de todos, estuvieran en la raíz de nuestra cultura y de nuestras prácticas personales y comunitarias.

Y este, acaso, sea el sentido profundo de la Navidad, de ese tiempo de nacimiento que conmemoramos, de esa renovación del tiempo que se produce a partir del solsticio de invierno.

Tiempo de renovación, de expulsar de nosotros y de nuestra sociedad todo lo caduco, las malas artes, las malas prácticas, los malos modos, para reencontrarnos y reconocernos a través de otras claves, a través de otros valores que tengan que ver, para avanzar y ensanchar el territorio de lo humano y de la humanización, con esa fraternidad que nos trajo, en los inicios de nuestra era ese Niño Dios cuyo nacimiento celebramos cada solsticio de invierno con un tiempo de ritos.