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Lágrimas de nieve
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REFLEXIONES EN VOZ BAJA (XIX)

Lágrimas de nieve

Actualizado 18/12/2016
Redacción

CANTALPINO | "Nublada por el dolor lloró la luna y lloró el padre Sol en la alborada, al ver la grey infantil abandonada muriendo sin amor, dolor y hambruna. Sólo miseria, sufrimiento y pena en la faz de la tierra va quedando. Pues la maldad del hombre va

Dedicado a Armando Moralejo

"En el Portal de Belén se apaga una lamparilla, chisporrotea y un humo tenue sube hacia el Cielo. Fuera, en la calle, por lo alto pasa una estrella fugaz, llora y sus lágrimas son tan tristes y frías que al llegar a tierra se volvieron blancas. Y el pueblo se cubrió de nieve"

"Nublada por el dolor lloró la luna y lloró el padre Sol en la alborada, al ver la grey infantil abandonada muriendo sin amor, dolor y hambruna. Sólo miseria, sufrimiento y pena en la faz de la tierra va quedando. Pues la maldad del hombre va matando el amor y humildad que el alma llena" (Armando Moralejo-Navidad 2001-Cantalpino).

A mí nunca me gustó la Navidad. De siempre la Navidad, como las estaciones de tren, me han puesto triste, tal vez por relacionarlas con despedidas más que con llegadas y reencuentros. Ello se acrecentó con el avance de la edad sin la espera de un futuro. Cuando uno llega afortunadamente los 82 años y pico de edad? esto, como digo, se acrecenta. Y en estos días señalados, vienen en tropel, los recuerdos de familiares, parientes, amigos y conocidos que se han quedado en el camino de la vida y también los de personas apreciadas, que por los imponderables del paso del tiempo y la edad se encuentran acogidos en Residencias o "arrastrándose" junto a sus numerosos achaques. Y que como diría mi buen amigo Millán (q.e.p.d)? Y para esto ¡Ajo y agua!...

Pues no hay que engañarse: "El adelgazamiento de la piel, la consunción paulatina de la grasa, la substitución de la sustancia renal y hepática por tejidos conjuntivos, la disolución de los músculos por la grasa? etc? etc? todos los síntomas de vejez e ilusiones".

No? no y no? no me gusta la Navidad, aunque la respeto mucho. Y después de todo. Continuarán los villancicos, las zambombas y las panderetas, Dios nace en cada esquina y hasta en las chabolas o en: "Un frágil cayuco que boga en alta mar en busca de horizontes de Paz y Libertad". Y nace donde estallan las bombas sin cesar sembrando muerte y odio y nace donde los niños y ancianos, sufren abandono, tristeza y soledad (Armando Moralejo-Cantalpino-Navidad2007)?

Yo recuerdo una Navidad especial, tenía 10 años de edad y mi padre estaba de médico en el pueblecito de El Cerro, por aquel entonces no había llegado la luz eléctrica, ni teléfono, ni menos televisión. Era Nochebuena y recibió un aviso urgente de un paciente y además amigo del anejo de El Cerro, Valdelamatanza necesitaba su visita. Sin pensárselo y a pesar de ser una fecha tan señalada y que se quedarían solas nuestra madre y tres hijas; decidió que me fuera con él y bajáramos a Valdelamatanza, por ruta tortuosa no exenta de peligro en el caballo (jaca, la denominaban en el pueblo) que siempre le dejaba el señor Tomas para estos menesteres. Era una fría noche de diciembre con barrunte de nevada. Y llegamos ateridos de frio.

Mi padre atendió a su paciente y amigo prestamente y eficacia. Y después ya recuperada la calma nos sentamos en el escaño que estaba al lado de la gran chimenea de la casa. Unos troncos a pleno fuego daban calor a la estancia. Las sombras de la señora de la casa y sus dos hijos cuando se movían por la cocina se reflejaban por las paredes con la luz de tres candiles vacilantes.

El temporal fuera no amainaba y contra el deseo de mi padre de volver a El Cerro, junto a la familia, prevaleció la sensatez y tuvimos que quedarnos a dormir después de una gran cena que la señora Emilia tenía preparada ¡que rica me supo! La leche migada calentita que tome antes de irnos a la cama. Ya en la alcoba, a la luz de la llama de una lámpara de tres brazos y sendas mechas; recuerdo aún hoy a mis 82 años y pico con absoluta nostalgia como apagué aquellas luces mojando previamente mis dedos en saliva para evitar las quemaduras ¡fue asombroso!. En el silencio abismal de la alcoba sentí el chisporreteo de las mechas al apagarse y el olor del humo que subía serpenteando hasta el techo del habitáculo.

En aquel momento sentí el espíritu de la Navidad; después con el paso de los años; me he ido decepcionando. O tal vez? echo de menos la verdadera Navidad. Ahí lo dejo.

Anselmo SANTOS.

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