Matorral maldito

En esta, nuestra ignorante sociedad, empieza a verse como una nueva plaga, cuyo único fin es destruir el campo y hacer emigrar a los lugareños. Según se oye asegurar a ganaderos y políticos, es una de las peores pesadillas del ser humano, cuyo único objetivo es cobijar a las alimañas, es el principal responsable, junto al propio ser humano, de los incendios forestales, al darles todo el combustible que se necesita, y a convertir el paisaje montano en otro totalmente inutilizable y sin posibilidad alguna de ser aprovechado. Me refiero a la formación vegetal conocida como matorral, o maldito matorral. Por doquier, y sin necesidad de fijarse mucho, destacan en el paisaje jarales, retamares, las zonas de tojo, y cualquier otra especie arbustiva, o plantas de pequeño o mediano porte, por debajo de los 4 metros de altura.

Quiere la cosa que, a un proceso totalmente natural, como es la "matorralización" vegetal de nuestros paisajes, se ha decidido menospreciarlo y, como siempre que no entendemos algo, demonizarlo. Y esto se debe, en gran parte, a la Política Agraria Común, PAC, cuyas subvenciones recaen en los pastizales, y, dentro de ellos, el dinero es repartido entre los ganaderos según el número de cabezas que posea cada uno. Lamentablemente, ni el matorral ni la superficie arbolada se considera pastizal, sino de uso forestal, con lo que desaparecen las posibilidades de recibir las ayudas europeas. Además, las superficies quemadas no reciben ayudas de la PAC durante el primer año, pero sí durante los siguientes, lo que hace que podamos explicarnos porqué tantas hectáreas de nuestos bosques arden durante el verano y porqué el matorral no es bien visto por determinados sectores.

Un paisaje, el de matorral, que ha visto crecer su superficie a raíz del éxodo rural y del envejecimiento progresivo de la población que ha aguantado en el campo, por lo que muchas tierras útiles, pastos incluídos, han acabado, por la propia sucesión ecológica natural, convertidos en lo que hoy son. Si dejáramos transcurrir el tiempo sin intervención humana, volvería a ser dominados por otros paisajes vegetales, lo que se denomina vegetación climácica, cuyo máximo exponente serían los bosques maduros. No hay que olvidar que ha sido el mantenimiento de la ganadería la que ha mantenido los pastizales, impidiendo el crecimiento de las formaciones arbustivas.

Obviamente, los paisajes actuales distan mucho de poder ser considerados naturales, pues el hombre, a lo largo de la historia, los ha ido modificando según las necesidades del momento: talas para aprovechamiento de madera, para aumentar las superficies para cultivos y pastos ganaderos. Eso no quita para que seamos conscientes de la gran importancia que tiene el matorral en el ciclo natural: protegen los suelos de la erosión, reteniendo la humedad, a la vez que movilizan minerales y nutrientes del subsuelo, que serán aprovechados por otras especies vegetales; gran cantidad de animales, desde mamíferos hasta insectos, dependen de él; y, aunque puede sonar redundante, posee en sí mismo una enorme diversidad vegetal, que merece ser conservada. De hecho, ya existen varias especies en el catálogo de especies amenazadas de la vegetación ibérica, como es el caso del acebo. Tenedlo en cuenta cuando, según la tradición navideña, os vayan a besar estas navidades bajo el dintel de la puerta? ¡y no neguéis ningún beso!