Lo emocional, brújula infalible

Ocurre a veces que el escritor de esta columna, se siente indeciso o confuso sobre qué puerta abrir de las varias que se le presentan en la actualidad de esta ciudad, de este país, o también de acontecimientos internacionales relevantes.

En estos casos este escritor se pregunta por ese lector anónimo, seguramente salmantino, que, además de sus personales vivencias diarias, está también impactado, en algún grado por la noticia o noticias que ha escuchado o visto en los medios de comunicación; la cantidad y frecuencia que los medios dedican a una noticia o tema es indicativo del nivel de impacto de la noticia; a veces es también una estrategia del medio de comunicación para que su audiencia sepa qué importancia política tiene que darle el ciudadano a dicha cuestión.

La semana pasada ha sido peculiar, pues a pesar de las grandes diferencias entre las tres noticias, hay algo trágico o doloroso que las une, como son la enfermedad y la muerte: por una parte nos llegó la noticia de la muerte súbita de la exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá, con información exhaustiva de las reacciones a dicha muerte, declaraciones y funerales posteriores. Por otra parte nos llegó, obviamente, más escueta, las dos operaciones que el ex ministro del interior Fernández Díaz ha sufrido en los últimos días por una grave afección hepática, Y finalmente la semana finalizaba por una importante noticia de otra muerte, que aunque no fue súbita ni inesperada, ha conmocionado a todas las naciones, por su significado político: la de Fidel Castro, líder de la revolución cubana durante casi medio siglo.

Las dos noticias primeras, relativas a dos altos cargos de la Administración española, posiblemente el lector las ha unido en su mente, no por sus diferencias sino por algún aspecto común: en ambos casos, tanto la muerte repentina de Rita Barberá, como la enfermedad del ex ministro del interior están íntimamente ligados a sus intensas crisis personales, como consecuencia de actuaciones políticas previas rechazadas por un numeroso porcentaje de la población ( y por una parte también del Gobierno o de la Oposición).

Las tres noticias, las dos muertes y la enfermedad, seguramente han conmovido a muchos ciudadanos, más allá de su ideología política. ¿El motivo? Por el hecho de que las tres noticias nos hablan de la fragilidad y finitud del ser humano. A muchos que hemos oído hablar de Fidel Castro desde que éramos niños, nos parecía que el líder cubano era el gran invencible, el gran personaje suscitador de amores y odios, como no había habido apenas alguno más en la Historia. Ser testigos de su vejez y de su fallecimiento, además de concebir su muerte como el símbolo de final de una época histórica, nos recuerda la lección de que todo acaba.

La muerte de la exalcaldesa de Valencia incide en esta lección tan repetida por los filósofos griegos, sobre lo efímero de la vida. Y la enfermedad del ex ministro del interior nos sigue mostrando cómo lo psíquico, lo social y lo somático están íntimamente unidos, como exponía el mismo que escribe esta columna, la semana pasada.