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Ya viene
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Ya viene

Actualizado 25/11/2016
Juan Robles

El domingo pasado celebrábamos la fiesta de Cristo Rey y, con ella, llegábamos al final del año litúrgico, o año cristiano, y esta vez particularmente dábamos fin al Jubileo de la Misericordia. El final del año nos remite al fin del mundo, y consecuentemente, o previamente, al final de nuestra propia vida.

Pero la Iglesia nos lleva enseguida a mirar al futuro y a poner nuestros ojos de espera, de ilusión y de esperanza en la llegada salvadora del Rey que viene y, sin olvidar que el que se ha ido volverá de nuevo al fin de los tiempos y culminará la obra de la construcción del Reino, nos invita a iniciar el nuevo año cristiano y a prepararnos con las celebraciones y prácticas del Adviento a la llegada del Salvador en la Navidad.

El hombre es un ser temporal, y no sería nada sin las coordenadas del tiempo, pasado y futuro. Por eso necesitamos remitirnos a los acontecimientos del pasado, lo cual es fácil de afrontar, pero es necesario también mirar al futuro y esperar que los acontecimientos nos conduzcan a momentos de crecimiento, de liberación y de salvación.

Y los cristianos lo tenemos fácil. Los no creyentes piensan que el futuro para el hombre se termina con su propia muerte personal y no hay nada que esperar más allá de ese momento puntual en que el cuerpo entrega su ser a la tierra o al fuego en una incineración.

Los cristianos, repito, tenemos confianza en el futuro para nosotros y para nuestro mundo. Esperanza que afecta, sobre todo, al terreno de lo espiritual y trascendente. Pero también creemos en el progreso, y desarrollo hacia mejor, de nuestro mundo material y de nuestra sociedad terrena.

La verdad es que hoy hay muchos acontecimientos que nos invitan más bien a perder la confianza. Un hecho no menor es el del triunfo de Trump en la conquista de la presidencia de los Estados Unidos. Aun esto a los cristianos nos conduce a esperar una evolución y proceso hacia una sociedad mejor, por adhesión o por reacción, en el avance de la sociedad norteamericana y aun en la evolución de las relaciones internacionales en nuestro mundo globalizado.

Algunos han dicho que hecho mismo del triunfo de Trump puede ayudar a tomar una reacción de mayor cohesión y avance en la política de la unión de nuestra Comunidad Europea.

El examen del momento mundial parece llevarnos hacia una etapa nueva de la historia. El parto será sin duda grave y doloroso. Pero el nacimiento de esta nueva era confiamos que dé lugar a un mundo mejor. Todas las evoluciones en la historia humana han llevado generalmente a una realidad nueva y sorprendente positiva.

Pero los cristianos tenemos, además, motivos profundos y efectivos de confianza en la evolución positiva de nuestro mundo y de nuestra cultura. Nosotros creemos que detrás de la historia y de los acontecimientos está el Señor de la Historia, el Dios que gobierna el mundo, y el Cristo Salvador que vence al pecado, al mal y a la muerte. Por eso, el futuro de nuestra vida y del mundo en general no puede ser más que valioso y promover los pasos de la historia hacia un final positivo y feliz, aun pasando por momentos de dificultad, de sufrimiento e incluso de riesgo de avanzar hacia el abismo.

Por eso, los cristianos, al terminar el viejo año litúrgico, pasamos al inicio de otro año litúrgico nuevo que, por el camino del Adviento, nos conduce a la espera y a la llegada del Niño de Belén, que trae consigo la vida nueva para Él mismo y para todos nosotros y, como consecuencia, para nuestro mundo.

Lo esperamos. Ya viene. Está llegando. Y siempre lo hemos invocado, al menos en los mejores tiempos de la historia del cristianismo, con el grito de deseo y súplica, que crece con la confianza de que algo nuevo está por llegar: "¡Ven, Señor Jesús!". Ya está aquí. Ya llega el mundo nuevo.

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