Turismo sostenible, para todas y todos

En la columna de la semana pasada, cité algunos de los problemas intrínsecos que suele traer aparejados el fenómeno turístico: la necesidad de buenas infraestructuras de transporte; el problema que supone una correcta eliminación de desechos sólidos; la obligación de tener agua potable abundante, cuyo tratamiento posterior debe estar en consonancia con el gasto hídrico; así como que los servicios públicos estén adaptados a los picos de demanda, lo que repercute tanto en los residentes permanentes como en los temporales. Y todo ello sin perder de vista que, como decía, hay determinados lugares que viven por y para el turismo, dependiendo directamente de los ingresos generados por los turistas; y puse como ejemplo la ciudad de Salamanca: una ciudad que está directamente relacionada con los viajeros de fin de semana, además de con los estudiantes que vienen a cursar sus estudios a las diferentes facultades.

Quise poner de manifiesto, igualmente, cómo los visitantes de estos lugares son "maltratados" por determinadas actitudes de los propios residentes habituales. Además de que debería cambiar la propia forma de actuar de los vecinos, creo, habría que cambiar el modelo, apostando por un turismo sostenible, que, a su vez, aumentaría la competitividad respecto a otros destinos. No olvidemos que, además de la propia ciudad de Salamanca, foco por su atractivo histórico y cultural, existen otra serie de puntos en la provincia que añaden el valor de lo natural, de su medio ambiente, y que se complementan con aquella: Arribes del Duero y Ágüeda; Sierra de Bejar; Las Batuecas; el Campo Charro, o; la conocida como Raya, la frontera ibérica, con sus fortificaciones. En fin, una variada mezcolanza de paisajes y culturas populares, que tienen su principal encanto en su entorno rural y que, precisamente por ello, es necesario mimar.

Un turismo sostenible que presenta una nueva ética tanto de los habitantes como de los turistas, con una mayor sensibilidad hacia la naturaleza, a la vez que se tiene en cuenta que la cultura y, evidentemente, las formas de vida de los moradores están íntimamente relacionadas. Un turismo sostenible que se basa en el mínimo impacto sobre el medio ambiente y la cultura local, ayudando, con sus ingresos, al mantenimiento de dichos atractivos, a la vez que se generan empleos para los pobladores. Sin olvidar que cada lugar de destino es único y específico, por lo que jamás deberían perderse de vista las características especiales de cada zona: nada tiene que ver Arribes con las Sierras; ni las propias zonas serranas entre sí, pues cada una tiene unas variables económicas, sociales y medioambientales totalmente diferentes unas de otras, por muy cerca que se hallen espacialmente.

Obviamente, para el desarrollo sostenible del turismo es necesaria la participación de todos los actores sociales implicados: administraciones de diferentes tipos; residentes; empresarios y dueños de pequeños negocios, etc. El trabajo debe basarse en tres grandes ejes: el primero es el ambiental, buscando el respeto a los ecosistemas, implicando la necesaria compatibilidad entre las actividades sociales y económicas, sin perder nunca de vista la preservación de la biodiversidad; un segundo eje de marcado aspecto social, donde se debería mantener y potenciar la relación entre culturas diferentes, siempre dentro del respeto, pues el turismo, como pasó en los años 60' con la llegada masiva de turistas europeos, puede influir sobre las estructuras sociales, tanto positiva como negativamente, y; por último, un tercer eje económico, al convertirse en motor de desarrollo, teniendo presente que debería tratarse de empleos dignos y de calidad, de tal manera que todo ello sea devuelto a la sociedad en general, con la consiguiente mejora de la calidad de vida? seamos hombres o mujeres.