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La otra muerte de Pablo Iglesias el viejo
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La otra muerte de Pablo Iglesias el viejo

Actualizado 25/10/2016
Fernando Robustillo

En un mitin dado en La Fuente de San Esteban en reivindicación de los derechos de los agricultores, recogido por "El Adelanto" el 2 de junio de 1913, Unamuno dedicaba algunos párrafos a glosar la estrechez de vida de muchos labriegos recordando a un amigo

La otra muerte de Pablo Iglesias el viejo | Imagen 1 El anterior pensamiento, con ligeras matizaciones, conserva idéntica vitalidad más de un siglo después y, si algo ha cambiado, es la enorme cantidad de individuos que se sitúan en el último estrato. Hoy, los hombres gaseosos suben sin parar; los líquidos, metamorfoseados, están en las clases medias acomodadas, y los hombres de tierra son todos los demás, es decir, quienes se creyeron o se creen clases medias y votan a Rajoy, ignorantes de su fragilidad de trabajadores sin derechos, y como apéndice están, como vasos comunicantes de los anteriores, quienes conforman el resto, que son los primeros en caer en ese precipicio que accede a la exclusión, más numerosos cada día.

Entre los anteriores, éstos que viajan en el último vagón, pero bajo la advocación de Fátima Báñez, ministra que apuesta por el cobro de la pensión y seguir trabajando, se encuentran los jubilados. Y la caricatura de éstos, a no mucho tardar, enfermos y sin haber podido contribuir a planes de pensiones por disfrutar de sueldos de 600 euros, será como la de aquellas pobres rumanas a las que tiraban monedas unos energúmenos llegados de la Europa rica con el único propósito de emborracharse.

Un hecho éste, lodo del futuro, que me hace recordar barros del pasado. Aún recuerdo a un político socialista del Gobierno de González, de cuyo nombre no quiero acordarme, que se publicitaba en el exterior señalando a España como "ese país en el que cualquiera podía hacerse rico en un corto plazo de tiempo". Ahora, después de que hayamos vendido nuestro país y seamos los campeones de la mayor deuda que jamás se haya conocido, la intuición nos indica este otro cartel que se colgará sin que pase mucho tiempo: "España es el país en el que cualquiera podrá emborracharse y disfrutar de la vida tirando monedas a cuatro pobres jubilados indigentes".

La lástima de lo que ocurre aquí es que aún manda González, aunque sea con la careta de Rajoy, esto sin acritud, y con este molde vamos a la deriva seguro, no queda otra. González es un prohombre del que no hay que renegar, ni preocuparse de su pensión, por supuesto, él, junto con Rubalcaba y Cebrián, salidos últimamente a la palestra del "twitiano" cuarto poder, están situados en la cúspide unamuniana de los hombres gaseosos. Y siendo así, tenemos la presunción de imaginar que sean máquinas de hacer dinero, aquí o en Panamá, libres de desahucios, paro y otras jaras. Son jubilados business que ni siquiera tienen necesidad de colocar en sus tumbas ese epitafio de "Montoro c? ahora ven y cobras". Ellos disfrutarán de un gran mausoleo y en él imprimirán un código QR o un código de barras para que todos sepamos que fueron unos superhombres.

El pasado domingo, fatídico día, ocurrió un hecho luctuoso para las clases de izquierdas trabajadoras: el segundo entierro de Pablo Iglesias el viejo, el luchador, el defensor a ultranza de las clases oprimidas. La Gestora, surgida de la debilidad de diecisiete individuos (más dos sin adscripción y un muerto), después de defenestrar al líder, Pedro Sánchez, elegido por las bases, realizaron una consulta a los militantes vip del partido y redujeron los problemas de las clases trabajadoras, si es que alguien pensó en ellas, a sólo dos preguntas en parecidos términos: "Sí a Rajoy, mediante abstención para no sentir vergüenza" o "Hacerle más rico en unas próximas elecciones". Ganó la primera opción, cómo no, esa era la propuesta de quienes mandan en el partido, ya que después del "golpe" al líder, la rendición sin condiciones, ante el miedo a unas elecciones, era la única posible.

Por supuesto, no nos alegramos de lo que le ocurrió a González y a Cebrián en la Universidad Autónoma de Madrid la semana pasada, todo el mundo tiene derecho a la palabra, pero si lo que querían explicar era esto, o sea, lo que iba a ocurrir el domingo, se lo podían haber ahorrado, era algo archisabido, a no ser que se tratara de una provocación para que se hablara de ellos y así obnubilar la mente de quienes aún tuvieran alguna duda. Pero bueno, ellos son los jefes, quienes marcan el camino, y la ejecución es cosa de los subalternos, con perdón.

El jefe de estos últimos, presuntamente y con todo respeto, es Javier Fernández, presidente de la Gestora, y sólo nos queda volver a citar a Unamuno, pues dar la palabra al señor Fernández "es como ir a misa y escuchar a un cura si fe" (San Manuel Bueno, mártir, trama del autor vasco-salmantino). Decíamos del señor Fernández que es estar ante un político menos socialista de lo que aparenta y a quien la Historia, su historia más reciente, con toda presunción, lo situará entre los hombres de paja, ese lugar en el que se encontrará con otros 139 que no tuvieron la fuerza de llevar sus ideas solidarias de "no es no" hasta la tumba y a voz en grito. Una lástima que a su edad se haya dejado embaucar por la senda de esos a quienes no les da urticaria votar a Rajoy sin contemplaciones traicionando la O de obrero que los socialistas deben llevar en el ADN.

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