Gibraltar y el brexit

Fue en el pasado mes de febrero cuando el incauto David Cameron consiguió que el parlamento británico aprobase la celebración de otro referendum ?el 1º tuvo lugar en Junio de 2015, con el resultado 33 % v 67 %- para volver a consultar al Reino Unido su deseo de abandonar o no la Unión Europea. La votación se efectuó el 23 de junio y, en contra de lo que vaticinaron las encuestas que manejaba el Primer Ministro, los partidarios de abandonar la UE alcanzaron el 51,9 %, frente a los partidarios de permanecer, que lograron un 48,1 %. En Gibraltar, como territorio administrado por Inglaterra, con una participación superior al 80 %, la diferencia fue aplastante: 96 % frente al 4%.

Cuando el Gobierno español ha sopesado las consecuencias que para nosotros pueda representar el brexit, además de las que afectan a todos los miembros de la UE, naturalmente ha reparado en el caso particular de Gibraltar. Está claro que si el territorio de Gibraltar forma parte actualmente de Inglaterra, y ésta abandona un día la Unión Europea, la colonia del Peñón debería seguir su mismo recorrido. A los "llanitos", nombrarles España es como hablarles de "la bicha". Por las buenas, nunca accederán a formar parte de la sociedad española, si no es para adquirir su segunda vivienda cerca de nuestras playas, o para seguir manteniendo en sus dominios un paraíso fiscal, donde hay registradas más empresas que ciudadanos, y donde se amparan negocios de dudosa legalidad.

En la actualidad, aunque la diferencia de nivel de vida resulta abrumadoramente favorable a los gibraltareños, hay que valorar la nada despreciable cifra de habitantes del Campo de Gibraltar que diariamente disfrutan de un puesto de trabajo dentro del Peñón. Cuando más tirantes estuvieron las relaciones y se llegó a retirar la mano de obra española como medida de fuerza, las disposiciones que se adoptaron con toda urgencia tratando de compensar la situación con un esperanzador polo de desarrollo, fueron insuficientes. No es tan fácil colocar a miles de parados de la noche a la mañana. Consecuencia de aquellas estrecheces fue la obligada reconversión de la mano de obra en paro y, también, la proliferación del contrabando como forma de subsistencia. Lo que empezó con cartones de tabaco, pronto se convirtió en tráfico de drogas. Para tratar de acabar con la delincuencia ?y con el fraude fiscal- España debe luchar contra los delincuentes y, a la vez, contra la escasa colaboración de la colonia.

En estos días estamos asistiendo a una controversia entre nuestro ministro de AA. EE. en funciones, Sr Margallo y el Ministro Principal del Peñón, Fabián Picardo. El primero pronostica colocar la Bandera de España en la cima de la Roca antes de cuatro años - ¿por qué cuatro, precisamente?; el segundo, con la fanfarronería que le caracteriza, contesta que ni en 4 ni en 4000. Mucho tendrían que cambiar las cosas para que los dos tuvieran razón. Mientras el Reino Unido pertenezca a la Unión Europea, y pueda manejar sus influencias ?que no son pocas-, será muy difícil que logremos concesiones que favorezcan el actual estatus. La realidad es que, a pesar de las resoluciones de la ONU, España nunca ha visto satisfechas sus aspiraciones. Al mismo tiempo, mientras España siga teniendo su derecho al veto, Gibraltar nunca conseguirá que en la ONU se apruebe cualquier mejorara de su situación. Como tantas otras veces, la diplomacia juega sus bazas y, como nadie es amigo de soluciones traumáticas, los conflictos que no llegan a mayores se enquistan y no se ve la luz del final del túnel. Cuando España era una dictadura, se justificaban las resoluciones que no conseguían arrimar el ascua a nuestra sardina. Ha cambiado la situación y el problema lo siguen teniendo dos naciones que cuentan con apoyos comunes, lo cual hace más difícil la inclinación hacia uno de los dos. Como es lógico, en toda negociación se buscan los puntos débiles del contrario, y nunca sacará ventaja la nación que atraviese por momentos de inestabilidad interna.

España ya ha jugado en la ONU la baza del Tratado de Utrech, con los resultados que están a la vista ?hay que reconocer que sus resoluciones sólo tienen validez cuando no perjudican a un poderoso. Ante su inminente salida de la UE, a Gibraltar le restan pocas alternativas. Una, volver a la situación anterior a la creación de la UE, con la potestad española de controlar la apertura o cierre de la frontera. Otra, llegar a un acuerdo Inglaterra-España sobre cosoberanía del Peñón; algo que, en la situación actual, nunca será aceptado por Inglaterra y mucho menos por Gibraltar. Por último, existe la posibilidad de que Gibraltar trate de seguir en la UE, aunque Inglaterra estuviera fuera de ella. Este intento nunca saldría adelante, porque lo que sí se ha autorizado es lo contrario: que un territorio, Groenlandia, solicite la salida de la UE, si la nación a la que pertenece, en este caso Dinamarca, continúa perteneciendo.

Si algún día la UE se toma en serio el cumplimiento exacto de todas las normas que definen la organización, estructura y obligaciones de cada uno de los miembros, el cambio brusco que experimentarían los habitantes de Gibraltar podría ser el primer paso ?y el más eficaz- para revertir la actual situación de ese minúsculo territorio convertido en la única colonia que persiste en Europa; de lo contrario, mucho me temo que transcurra más de una generación sin ver un final feliz.