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Perdidos en la niebla
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Perdidos en la niebla

Actualizado 04/10/2016
Fernando Robustillo

Nuestro apartamento se encuentra en la planta 24 de una gran avenida de Sao Paulo, desde aquí los aviones casi se pueden alcanzar con la mano, y es más, nunca había llegado tan alto, ¡qué satisfacción! Parezco un político promocionado a la presidencia d

Perdidos en la niebla | Imagen 1 Encendemos la televisión, canal internacional, y para sorpresa, allí aparece el señor César Luena, una de las caras amables del partido socialista, con un semblante más circunstancial que afectuoso. Se dispone a explicar lo ocurrido esa mañana y, además, esto sin contar con Susana, señala la hoja de ruta que debería tomar el partido a raíz de las 17 dimisiones por todos conocidas.

Vivimos de sorpresa en sorpresa, aún resonaban en nuestras cabezas las diatribas de Hillary Clinton a un arrumbado Donald Trump el día anterior -"usted vive otra realidad"- y esa era la interpretación de urgencia que le pudimos dar al comunicado del señor Luena sobre los 17 dimitidos de la Comisión Ejecutiva Federal: "los barones vivían otra realidad". Una mañana en la que Felipe González, como un presunto Queipo de Llano cualquiera, había señalado por la radio que Pedro "le había prometido" la abstención en la investidura, aunque tal promesa públicamente no la hubiera escuchado nadie.

Así de fácil. Por poner un ejemplo, lo que querían hacer con Sánchez, elegido en Primarias, era como si todos los españoles a los que no les gusta el presidente en funciones salieran a pedir su dimisión una vez que don Mariano lograra la investidura. Eso sería inaceptable. Ese señor estaría legitimado por la mayoría y le asistirían todos los derechos, ¡aunque habría que resistir otros cuatro años de Rajoy! Estaba claro: Los socialistas se habían pasado 17 pueblos, uno por cada autonomía, pues el delito del señor Sánchez, un hecho consustancial al socialismo, se circunscribía a querer alejarse de las políticas de la derecha, no a entregarle los votos.

Todo encajaba para pensar que el presidente en funciones debería estar partiéndose de risa en aquellos momentos. Y más si echábamos la vista atrás para recordar las palabras con las que Rajoy miró a la bancada socialista en la investidura fallida: "lo van a entender hasta ustedes". ¡Qué clase! ¡Qué relumbrón! si lo comparábamos con las luciérnagas que pululaban e intrigaban alrededor del PSOE. ¿Por qué siempre tienen que aparecer los personajes mesiánicos o providenciales que se creen imprescindibles? ¿Por qué tales señores no refundan aquel PSOE-Histórico de finales de los setenta? Sí, aquel barco en el que estos jubilados de hoy botaron a Rodolfo Llopis y compañía, ya mayores, a naufragar en unas elecciones que las tenían perdidas de antemano; que ellos hagan lo mismo y tomen el primer bote que pase.

Bueno, ya pasó todo. Estamos en el presente. El secretario general ha dimitido y el partido Socialista está roto. Sin embargo, nadie se debe preocupar, pues para recomponerlo, a pesar del nombramiento de una gestora, también cuentan con una costurera ("estoy aquí para coser") que ya se ha postulado. Aunque el conflicto es mucho mayor si tenemos en cuenta que ahora el problema es de credibilidad, de ahí el título con el que encabezamos este artículo ("Perdidos en la niebla"). Un título que quizá no sea muy original, pero es muy elocuente para la travesía del desierto que le espera al Partido Socialista.

¿Y ahora qué? Nos explicamos. Una vez satisfechos los deseos de los presuntos golpistas, quiérase o no, el poder debe seguir como estaba, es decir, en manos de los militantes. Pero si una vez mezclados "sanchistas" con "susanistas" no existen listas abiertas para que los votantes -esos que al final dan el poder- puedan borrar a unos o a otros, los votos no serán para ninguno de los dos. Ese es el alcance de la rotura.

Sobre esto último, y ya terminamos, fue una voz autorizada como la de Kant quien, quizá profetizando las consecuencias que tendrá esta locura para la señora Susana Díaz, nos dejó este pensamiento magistral: "La paloma piensa que sin la resistencia del aire volaría con más soltura. No sabe la paloma que lo que se le opone es lo que la mantiene".

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