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Dios el dinero
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Dios el dinero

Actualizado 18/09/2016
Redacción

Dios el dinero | Imagen 1
"¿Cuando pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano?" Así pensaban y decían aquellos ricos desalmados que se encontró Amós al subir desde su pueblo de Técoa hasta la alta colina de Samaría.
Amós proclamaba abiertamente que él no era un profeta. Era sólo un pastor. Pero tenía ojos para ver la injusticia. Tenía sentido común para percibir la falsedad de los que pasaban el tiempo de oración planeando sus próximos negocios. Y, sobre todo, tenía fe y valor para gritar que Dios no podía ignorar tanta ignominia (Am 8,4-7).
El mensaje no es despreciar la riqueza sino apreciar la dignidad de los humildes. Con el salmo responsorial proclamamos que Dios "levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre" (Sal 112,7-8). San Pablo pide a Timoteo que se hagan oraciones para que todos puedan llevar "una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro" (1 Tim 2,1-2)
UNA DOBLE ASTUCIA
El evangelio de Lucas privilegia a los pobres y marginados. Por eso, en sus páginas se menciona tantas veces el dinero. En el texto que hoy se proclama se recuerda la parábola del hombre rico que descubre la infidelidad de su administrador (Lc 16,1-13).
Antes de dejar su trabajo, éste urde apresuradamente una nueva trampa contra los intereses de su amo: invita a los deudores a disminuir notablemente la deuda contraída por la compra del trigo y del aceite. ¿Cómo explicar la alabanza que el amo dedica a su administrador, al enterarse del engaño?
? Jesús subraya la astucia que los hijos de este mundo emplean para el mal y desea que los hijos de la luz aprendan a ser astutos para el bien.
? Además, el Maestro exhorta a los discípulos a que utilicen los bienes para ganarse una buena acogida en las moradas eternas.
? Finalmente, dado el contexto de este evangelio, tal vez se sugiere que el proceder del administrador ha hecho comprender a su amo lo efímero de los bienes de este mundo.
LOS DOS AMOS
De todas formas, la conclusión de la parábola, parece llevarnos a olvidar el aplauso que el amo dedicó a su administrador. El texto evangélico, en efecto, incluye dos serias advertencias para todos los discípulos:
? Solo quien es fiel será fiable. La fidelidad en lo pequeño hará que el discípulo de Cristo merezca confianza cuando se trata de lo más importante. El buen uso del dinero y de los bienes de la tierra es un signo de la seriedad del compromiso del creyente.
? Por otra parte, nunca será fácil servir bien a dos amos. El buen servicio a uno genera un mal servicio al otro. Es preciso saber elegir a quién servir. Esa elección revela la verdad última de la persona. La conclusión es tajante: "No podéis servir a Dios y al dinero".
- Señor Jesús, todos proclamamos el valor de la justicia, pero tú conoces bien en cuántos momentos todos somos injustos. Libera nuestro corzón de la esclavitud a los bienes de este mundo para que podamos ser creíbles, al anunciar tu mensaje de amor y de justicia. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés
Dios el dinero | Imagen 2

SUFRIR LOS DEFECTOS DEL PRÓJIMO
Sufrir con paciencia no equivale a soportar como piedras los defectos, las manías o los ataques de los demás. La tolerancia es un valor muy aplaudido por el mundo de hoy. Es un derecho personal y un deber social.
Ni siquiera en el ambiente familiar es fácil la tolerancia. En muchas ocasiones es difícil aceptar con paz y comprensión los errores del cónyuge o las impertinencias de los hijos. En este campo las personas necesitan con frecuencia la ayuda de una competente orientación familiar.
No basta con aceptar el "modo de ser" de la persona. Hay que aceptar su mismo "ser". Es decir, la aceptación del otro se remonta en la familia hasta los mismos orígenes de la vida. El aborto es el rechazo a una persona que ya ha llegado a la familia.
La misericordia es un atributo de Dios. Él es un "Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal" (Sal 86,15). Esa confesión es un signo de la confianza que en él deposita el creyente: "El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo" (Sal 116,5).
Pero la paciencia y la impaciencia marcan el ritmo de las relaciones interpersonales. En la literatura sapiencial se encuentra una observación nacida de la experiencia diaria: "El de genio pronto, hace necedades, mientras que el hombre reflexivo aguanta" (Prov 14,17).
Jesús muestra su compasión hacia los cojos, los ciegos, los tartamudos y los leprosos. Es más, como para revelar la misericordia universal de Dios, Jesús acepta la petición insistente de ayuda que le dirige una mujer extranjera.
El Resucitado se hace caminante con los discípulos que se dirigen a Emaús y prepara un desayuno junto al lago de Galilea para los que regresan a la costa sin haber pescado nada.
San Pablo ruega a los fieles de Tesalónica que tengan paciencia unos con otros: "Os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos" (1 Tes 5,14). Cuatro buenos consejos para una sana convivencia
Esta obra de misericordia exige valorar todo lo bueno y noble que encontramos en los demás. En un mundo demasiado crispado, es preciso tratar de descubrir no sólo los defectos, sino también los valores positivos que poseen todos nuestros prójimos.
Habrá que aprender a ver "personas" detrás del rostro de los demás. Cada uno de los miembros de nuestra familia es un don que Dios nos ha enviado. Es una persona, con sus límites y sus alcances, con sus logros y sus malogros, con su pobreza y su riqueza.
Es preciso estar siempre dispuestos a disculpar y perdonar las ofensas que podamos sufrir de parte de nuestros vecinos. Hay que aprender a situarse constantemente en el lugar del otro. Esa es la regla de oro de todas las culturas y de todos los sistemas éticos.
José-Román Flecha Andrés

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