Otegi: FARC-ETA

Debo confesar que varias sentencias de algunos jueces han logrado socavar de tal manera el concepto que tengo de la justicia como para esperar un tanto preocupado la decisión de la Junta Electoral Provincial de Guipúzcoa sobre la decisión de Arnaldo Otegi de presentarse como candidato a lehendakari por EH Bildu en las próximas elecciones vascas. Es cierto que, en esta ocasión, la decisión ha sido tomada por unanimidad, asunto que, aunque lógico, conviene resaltar. Tan lógico como éste era el caso del concejal Zapata, cuando publicó su desgraciado twitter "Han tenido que cerrar el cementerio de Alcàsser para que no vaya Irene Villa a por repuestos", y, sin embargo, el juez Pedraz adujo que la gracia del concejal no entrañaba ninguna conducta perversa ni había ánimo expreso de desprestigiar o rebajar la dignidad de la víctima. Tal cual.

Afortunadamente, esta vez no hay sobresaltos y lo acordado por los juristas se acerca a lo que esperábamos los españoles que hemos padecido durante cincuenta años la tiranía de los asesinos de ETA. Es de esperar que fracasen los sucesivos recursos que entable el colectivo pro-etarra, como también debemos esperar su decidido empeño en ignorar las distintas disposiciones judiciales para continuar con su política de "proceso de paz, pero?" Aún no han condenado los crímenes cometidos, no han pedido perdón a las víctimas y siguen apareciendo depósitos clandestinos de armas. Como encargado de abanderar esta situación figura el terrorista Otegi, que pretende convertirse en dirigente de todo el pueblo vasco. ¿Es que no hay nadie más indicado que él? Me niego a creerlo, por más que intenten lavarnos el cerebro con encuestas amañadas.

Con el reciente acuerdo de paz suscrito por el gobierno de Colombia y las FARC, tras un conflicto armado que ha durado 50 años, más de uno querrá establecer un paralelismo entre la guerrilla colombiana y la banda terrorista etarra. No hay tal.

Cuando los españoles establecemos comparaciones con otras naciones, solemos adoptar una postura un tanto peculiar. En algunos aspectos -por lo regular secundarios- sacamos a relucir el espíritu de nuestros Tercios de Flandes y miramos a todo el mundo por encima del hombro. A la primera ocasión, aparece el "macho ibérico" que llevamos dentro, aunque, acto seguido, tengamos que tragarnos nuestros alardes ante la triste realidad de los hechos. Basta recordar aquello de : "Soy español, ¿a qué quieres que te gane?" Luego llega la Olimpiada y tenemos que "importar" más de una medalla. Sin embargo, cuando se trata de poner de manifiesto logros y realidades de los nuestros, conseguidos muchas veces en inferioridad de condiciones, menospreciamos lo propio, aunque no seamos capaces de aportar razones convincentes; logros que, para nuestra propia vergüenza, sí son reconocidos más allá de nuestras fronteras. Ahí están para certificarlo nuestra ponderada Transición y la eficaz superación de una profunda crisis económica que tantos quebraderos de cabeza ha ocasionado, y sigue haciéndolo, a naciones de nuestro entorno.

En el caso de la banda terrorista ETA no se trataba de un conflicto armado entre la banda y el Estado español, sino de un grupo de terroristas asesinos aficionados al tiro en la nuca, la bomba camuflada y la extorsión, de una parte, y un pueblo pacífico, inocente y desarmado, de otra. Nunca sostuvo la banda un enfrentamiento armado con las fuerzas de seguridad. Cuando se daba esa circunstancia huían o, simplemente, se entregaban.

Entre las condiciones que se establecen en el acuerdo Colombia-FARC es muy posible que algunas sean rechazadas por cada bando, porque, como humanos que somos, no todo el mundo está dispuesto a seguir el mandato divino de poner la otra mejilla; pero sí figuran otras que merecen ser destacadas:

• "Décadas de conflicto han abierto brechas de desconfianza al interior de la sociedad, en especial en los territorios más afectados por el conflicto. Para romper esas barreras se requiere abrir espacios para la participación ciudadana más variada y espacios que promuevan el reconocimiento de las víctimas, el reconocimiento y establecimiento de responsabilidades, y en general, el reconocimiento por parte de toda la sociedad de lo ocurrido y de la necesidad de aprovechar la oportunidad de la paz".

• "?.en cuanto implicará la dejación de las armas y la proscripción de la violencia como método de acción política para todas y todos los colombianos a fin de transitar a un escenario en el que impere la democracia?."

• "?.ratifica el compromiso de las FARC-EP de cerrar el capítulo del conflicto interno, convertirse en actor válido dentro de la democracia y contribuir decididamente a la consolidación de la convivencia pacífica, a la no repetición y a transformar las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el territorio".

¿Figura en el programa de gobierno de Arnaldo Otegi alguna de estas metas? Ninguna. El proclamado "hombre de paz" no se arrepiente de ninguna de sus "pacificaciones armadas", nunca ha tenido una palabra de compasión hacia las víctimas y sigue manifestando abiertamente su odio a todo lo que huela a España. Como las desgracias nunca vienen solas y la basura suele atraer a las moscas, algunos de los líderes cuya boca se llena con la palabra democracia han mostrado su apoyo moral a Otegi, alineándose con sus pretensiones y declarándose abiertamente contrarios al cumplimiento de la ley. ¡Qué no harían el día que pudieran gobernar!