Parábola imperfecta

Ahora que a la educación formal, ya saben, esas cosas de asignaturas, contenidos, exámenes, se le encomienda la solución de todos los problemas que deberían abordarse desde la educación en general (la violencia de género, la resolución de conflictos, la prevención de drogodependencias, el uso y abuso de las redes sociales, etc., lo que englobamos en una genérica Educación en valores) y ahora que se insiste tanto en el desarrollo de competencias no memorísticas que se evalúen en el informe PISA no sé si podré realizar mi labor cuando se reanude el curso en septiembre y la realidad contradiga los principios de nuestro proyecto educativo.

No sé si sabré explicarle al delegado de la clase que lo han elegido sus compañeros por votación democrática porque esa posibilidad está contemplada en los reglamentos de los institutos públicos en cuyo organigrama se va a integrar, pero que eso no le convierte en alguien fuera de la ley sino precisamente en todo lo contrario, que tiene unas funciones y se le pide precisamente que sea el mejor en comportamiento: si recibe sanciones por indisciplina u otros motivos se le puede revocar del cargo. No sé si sabría explicarle que el hecho de que lo voten por mayoría sus compañeros de grupo no significa que él y ellos puedan decidir que en su clase se va a entrar a una hora diferente a la del resto de los grupos, o se les van a vender los chuches más baratos en el recreo, o no van a hacer exámenes ni reválidas. Da igual que su grupo esté conformado por alumnos seleccionados por sus buenas capacidades y se desarrolle en él el programa bilingüe y sea el que saque las mejores notas: todas esas peculiaridades no les permiten disfrutar de determinadas prebendas. Tampoco sé si conseguiré que acepten que no van a disponer de más dinero para las actividades extraescolares pues eso se programa para todo el instituto, ni que aunque lo voten por mayoría del alumnado del grupo pueden decidir que el alumno inmigrante y el que saca peores notas se tengan que cambiar a otra clase ya que los agrupamientos los decide el Claustro de profesores. Claro que si el profesor tutor de ese grupo, integrante del claustro, decide atender y alentar las pretensiones de la mayoría de los alumnos de su tutoría estimándose diferente de los otros tutores de los otros grupos pues el que tendrá serias dificultades va a ser el jefe de estudios. Y no le arriendo la ganancia al pobre jefe de estudios. Eso suponiendo que se sienta seguro en su puesto y no quiera caerle mal al alumnado y los padres. Y encima recuerdo ahora que este mes de septiembre todavía no tenemos director porque está en proceso de renovación y hay varias corrientes enfrentadas en el claustro. Pero bueno, me han dicho que en un instituto cercano muy importante uno de los candidatos dice que no se fía del proceso de selección al que supone amañado, así que en todas partes parecen cocer insensateces.