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Yo, a lo mío. Un perfil emergente.
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Yo, a lo mío. Un perfil emergente.

Actualizado 06/08/2016
Fructuoso Mangas

Yo, a lo mío. Un perfil emergente. | Imagen 1

Manuel Vicent, del que me siento muy lejos en ideas pero al que sigo con asiduidad, porque una cosa no impide la otra, recordaba hace unos días en su artículo diario habitual que en estos tiempos sombríos y difíciles lo mejor es el viejo recurso de Yo, a lo mío, porque ya no habría esfuerzo colectivo que mereciera la pena de participar en él ni valdría para conservar lo que a uno le quede por salvar de la quema. Es un perfil hoy muy frecuente y a cualquier nivel. Los países con sus "exits", las autonomías con sus supuestas fronteras, los grupos con sus líneas rojas, las personas con su egoísmo, su acaparamiento y su recelo. Y así casi todos.

Demasiado fácil, demasiado ruin y demasiado inútil.

Demasiado fácil. Para eso, para meter la cabeza debajo del ala, vale cualquiera a poco insolidario y cobarde que sea. Basta mirar alrededor. Desde cualquier comunidad de vecinos en la que los propietarios del primer piso se niegan a que se instale el ascensor hasta cualquier joven del barrio de Bloomsbury que vota la "salida" de la CEE porque está harto de emigrantes o la violenta reacción contra la opresora Madrid de un adolescente barcelonés de Gracia. Cada uno a lo suyo, pero acabará habiendo ascensor y los emigrantes serán aún más numerosos en Hyde Park y ni siquiera en Cataluña estará el Paraíso. Los hechos son mostrencos e imparables y esa solución de irse a lo suyo no arreglará ninguno de los problemas que ese ciudadano tiene planteados, sea en su comunidad de vecinos o en su Londres tan querido o en la acera de los pares del Paseo de Gracia. Y lo aconseje o no Manuel Vicent lo cierto es que esto, tan fácil, es ya un recurso casi consensuado para escapar de la realidad. Y sucede en lo social y en lo político, en lo académico y en lo religioso, en todos los campos donde los ciudadanos nos entrecruzamos y convivimos. Demasiado fácil y perfectamente necio. Así nos va. Y peor nos irá si la tendencia se hace viral.

Y, hablando en general, demasiado ruin. Esconderse, escurrir el bulto (¡qué imagen más curiosa!), dar la espalda, quedarse mudo para callar, no ver ni oír ni hablar (¡ay, los tres monos!), hacerse el tonto? es mezquino, ruin y miserable. Y hay muchas formas de acobardamiento culpable. El que se escaquea ("escaquear": escapar de un jaque en el ajedrez) para salvar sus muebles y no pone el tiempo ni el dinero de los que dispone, el que cuando mira lo que le rodea sólo se ve a sí mismo y a sus cosas está arruinando la vida: el ruin arruina lo que toca y se arruina a sí mismo. El consejo de Manuel Vicent es verdaderamente ruin y ruinoso. O sea una ruina, para el individuo y para la sociedad. El que se refugia en el antro del Yo a lo mío nos está traicionando a todos. Y además de ruin es peligroso.

Y demasiado inútil. Algunas ventajillas tiene sin duda el Yo a lo mío para el que huye buscando lo suyo; a corto plazo algo saca de ganancia con perderse entre los muros de su vida. Pero las pérdidas son tan grandes que las pocas ventajas quedan reducidas a nada. Salimos todos perdiendo. Tan alta inutilidad descalifica el ridículo premio que encierra el egoísmo social.

Yo, a lo mío. Un perfil emergente. | Imagen 2Y desciendo a detalles insignificantes en apariencia. Ese arrodillamiento casi colectivo ante la pantalla del móvil olvidando lo que le rodea o la dedicación compulsiva a localizar a los "poquémones" (literalmente "mostruos de bolsillo" ¡y son ya casi 800!) desconectando de la realidad que está reclamando inútilmente su intervención. A más "poquécosas" localizadas, más altos se van levantando aquellos muros de Cavafis y más bajo cae el nivel de calidad de la existencia diaria. Quizás exagero, pero, ¿y si es que sí?

Incluso todo esto, tan aplicable a los pequeños pasos diarios de cualquiera de nosotros, sufridos ciudadanos, se da en niveles de alta contaminación en muchas de las personas, o personajes, que andan y merodean en los pasillos de la política nacional. Serían necesarias muchas precisiones, claro. Pero queda dicho como juego de partidos metidos en el Yo a lo mío. Incluso su mismo nombre de partidos tiene un tufillo semántico que delata cierta enfermedad de nacimiento, agravada y no corregida en su desarrollo.

Y en todo caso, llegado aquí, me atrevo a reclamar por juego de fácil recurso, de jugada ruin y de eficacia inútil la tarjeta roja de expulsión del terreno de juego para los cuatro presidentes de nuestros cuatro partidos principales si nos abocan a nuevas elecciones. ¡A la calle! Y si es posible, convertidos en "pokémones"?

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