Lo dicho, que voy a votar y me quedo tan ancha, total, si no han querido o sabido formar un gobierno también están en su derecho. No hay una ley que obligue a nadie a juntarse con quien no quiere. Eso de la culpa me parece una herencia de la época del palio, perdónenme. Yo soy muy mala trabajando en grupo y ni les cuento con cierta gente que no tienen nada de compañeros, sino como bien dijo una de mis íntimas, “son coincidentes laborales míos para mi desgracia”. Que no, que no hay culpa ninguna, que si yo no quiero jugar a la comba con esa, nadie me puede obligar a hacerme su mejor amiga para siempre. El patio del cole además de ser un lugar cruel es un laboratorio perfecto para estudiar al homo erectus en pleno desarrollo. Y las perspectivas no es que sean muy esperanzadoras, por eso que Dios nos coja confesados de tanta culpa y ya.
La culpa la deberían entonar esos mangantes que entran en la cárcel y dejan los dineuros fuera, pero bien fuera, para recogerlos luego cuando pase el ratito de trena privilegiada. Yo la verdad, ni pan ni agua, que devuelvan lo robado y se acabó, pero claro, volvemos al arte de la contabilidad creativa y a los destinos vacacionales de fondos diversos. En fin, que no hay remedio, a mí que me dejen votar que hasta opino sobre la Pedroche, esa chica tan maja que está tan enamorada… qué vamos a hacer, si el nivel político está a la altura de la alcantarilla, las polémicas nacionales también, así es que mejor no nos metemos en honduras y nos vamos a tomar algo ahora que parece que no llueve.
Charo Alonso
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez