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Cuando el Teorema somos los otros
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Cuando el Teorema somos los otros

Actualizado 23/04/2016
Rafael Muñoz

Cuando el Teorema somos los otros | Imagen 1

Soy tú, soy yo, el que se parece a mí

Y me parezco a todos aquellos que hacen juntos el viaje

Para buscar algo y cambiar la vida

En lugar de morir por un sueño incumplido (1)

Je suis en autre / Yo soy otro, Georges Moustaki

teorema

Del lat. theorēma, y este del gr. θεώρημα theṓrēma.

1. m. Proposición demostrable lógicamente partiendo de axiomas, postulados o de otras proposiciones ya demostradas.

Recordábamos hace algunos meses a la figura de un escritor de imágenes como de textos, Pier Paolo Pasolini, al que ya se tachó en su época de controvertido, cuando no de radical (por aquel entonces ya cocían habas), con ese afán de extirpar, de sustraernos el espacio para la confrontación de las ideas utilizando arteramente este tipo de calificativos.

Como muchos de ustedes, lo leí entonces (recuerdo algunos intensos destellos de su poemario Las cenizas de Gramsci, o sus apasionados artículos recogidos en Escritos Corsarios). Aquellas películas sobre la giogia y l'orrore della vita; El Decamerón o Salò o los 120 días de Sodoma, podrían ser dos ejemplos, o sus inolvidables y duramente poéticos primeros filmes Accattone y Mamma Roma.

Hoy he vuelto a leer algunos de ellos con desigual fortuna, y en estas revisitaciones (me sigue gustando el anglicismo) me he encontrado de nuevo con su película Teorema. Un film casi desposeído de palabras, que no falto de legibles y subyugantes imágenes: una familia de la burguesía industrial italiana de los años 60 (padre, madre, dos hijos y una doncella) reciben la inopinada visita, anunciada por un escueto telegrama, de un hombre joven y bien parecido al que no conocen. Su estancia en la mansión convulsionará, uno por uno, a todos sus habitantes, alterando sustancialmente el resto de sus días.

Volver a contemplarla me hizo recordar unos versos del poeta que pude recomponer buscando en la Red :

Estoy en otro tiempo,

un tiempo que dispone sus mañanas

en esta calle que yo miro, ignoto,

en esta gente fruto de otra historia.

Que se inicia como una suerte de epifanía: Abro a la mañana de un blanco lunes?

Teorema es un film que en las reseñas de la época se vinculó en exceso, según mi punto de vista, con una lectura religiosa, consecuencia quizá de algunas escenas que se relacionaban con las controvertidas creencias de su autor; nada que objetar por mi parte.

Pero bien es cierto que su trasparencia, gracias a la falta de encorsetamiento de su guion, a sus imágenes desnudas cargadas de poderosos significantes, podríamos encontrarnos ante un ¿poema fílmico? con lecturas muy diversas.

La construcción y el ritmo de las secuencias que conforman la obra parecen confirmarlo, pero no es mi intención ni mi deseo ir por ese camino. La mirada que me ha suscitado este nuevo encuentro con la propuesta del Teorema que nos ofrece este singular realizador, nacido en Bolonia y asesinado en Ostia, a los pies de la capital de Italia, es consecuencia del encuentro con el otro, de nuestra construcción como personas en la piel de los otros.

Es curioso comprobar a ese innombrado personaje, que va encontrándose con cada uno de los miembros que conforman esta suerte de familia, a través de las miradas que se cruzan, primero en planos de conjunto o generales, para jugar después con otras en dialécticos planos y contraplanos a flor de piel, nunca mejor dicho. Es sorprendente, decía, y pienso que intencionado, descubrir al protagonista en diferentes escenas de la película leyendo a Rimbaud: Car Je est un autre.

Porque Yo es otro. Qué culpa tiene el cobre si un día se despierta convertido en corneta. Para mí es algo evidente: asisto a la eclosión, a la expansión de mi propio pensamiento: lo miro, lo escucho: lanzo un golpe de arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o entra de un salto en escena (2), escribe el poeta a Paul Demeny, como ejemplo perfecto de un certero desdoblamiento, esa capacidad de ponerse fuera de uno, y desde ese lugar mirar y descubrirse también en el otro.

En la cinta de Pasolini, esa mirada, primero con cierta distancia, ávida pero un tanto esquiva por el temor al acercamiento. Tan próxima después, hasta mudar indefectiblemente en el contacto físico, en las Cuando el Teorema somos los otros | Imagen 2miradas que ofrece la piel.

Este nuevo contacto con el film, ha puesto frente a mí, desde el ángulo siempre abierto y receptivo que nos ofrece a veces la creación, los pavorosos acontecimientos (se agotan las palabras, como sus vidas) que presenciamos día a día en aquellos, los otros, que buscan refugio y cobijo en nosotros; los que están a nuestro lado, o esos otros que nos buscan desde mucho más lejos.

En ese temor a mirarles o ser mirados, que sólo nos permite el encuentro con sus cuerpos a través de un monitor o profiriendo ciertas palabras de desagravio que parecen gritar sordamente su dolor. Ofreciendo tal vez algunas monedas a sus cestillos, sin conseguir que su metálico sonido consiga cruzar su mirada con la nuestra; la suya plegada sobre su cuerpo plegado, la nuestra perdida en un punto lejano, mientras la mano escenifica la dádiva con prisas.

Hay dos secuencias en la película que componen y versifican un posible acercamiento, que permiten una cierta lectura del film desde la perspectiva que acabo de esbozar.

Una podría ser la del padre y marido, desnudándose en la estación y echándose a andar, ante una cámara que nos muestra unos pies despojados ante otros que continúan calzados. Que caminan y dan el paso a un cuerpo recorriendo el andén para encontrarse inmerso, como un punto insignificante y perdido, entre parajes desiertos y polvorientos. En ese instante, el objetivo de la cámara se convierte en primer plano, en una mirada (hacia nosotros), en una voz que se transmuta en un grito desgarrador, sin posible consuelo.

La otra secuencia sería aquella donde la criada abandona la mansión para volver a sus orígenes; muda, encarnada tan solo en la sorpresiva mirada de sus vecinos, suspendida luego en el aire, obligando a alzar la mirada de quien la contempla, para pisar por último a la tierra y ser cubierta por ella.

Su cuerpo será sepultado por la madre, aquella que le dio la vida; mientras su mirada nos mira, para dirigirse después hacia la luz de un día postrero, y comenzar a llorar con lágrimas que fluyen sin tregua, pero mansas, anegando la tierra que la cubre y convirtiéndola en barro.

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa; comienza Pasolini su poema Ánalisis tardío. Y concluye: que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura; que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.

Textos originales

1_ Je suis toi je suis moi je suis qui me ressemble

Et je ressemble à ceux qui font la route ensemble

Pour chercher quelque chose et pour changer la vie

Plutôt que de mourir d'un rêve inassouvi

2_ Car Je est un autre. Si le cuivre s'éveille clairon, il n'y a rien de sa faute. Cela m'est évident: j'assiste à l'éclosion de ma pensée : je la regarde, je l'écoute: je lance un coup d'archet: la symphonie fait son remuement dans les profondeurs, ou vient d'un bond sur la scène.

Cuando el Teorema somos los otros | Imagen 3

Rafael Muñoz

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