Debate de "embestidura"

Aunque se suponía que las decisiones de los ciudadanos del pasado 20 de diciembre tendrían algún peso, por lo de la democracia y tal, ha quedado claro que la partitocracia sigue reinando y reinante, pese a que no sea bajo la denostada apariencia del bipartidismo? Votar, votamos todos los que quisimos. Ahora, al cabo de dos meses eternos, otros deciden, unos pocos. Puede llegar a valer más el voto de un militante del segundo partido, a la hora de ratificar o enmendar un pacto, que el de otro elector. Así de perverso es el sistema, consentidor de empates a lo CUP y estériles rondas de contactos.

Los votantes del 20-D seguimos a la nuestro: familia, trabajo, mudanzas, catarros, películas, disgustos, lecturas, velatorios, cumpleaños, reuniones, paseos, la Liga, la Copa, navidades, cuaresmas? Los votados siguen a lo suyo, y cada vez que te asomas a tertulias, telediarios o periódicos, terminas indignándote. Indignado, sí, y que ningún líder de nuevo cuño se atreva a empuñar el mástil de esa bandera que ya no puede ser suya. Indigna que la investidura se transforme en "embestidura" con tanta embestida contra la seriedad, la moderación o la normalidad democrática. No ayuda nuestro sistema, carente de segunda vuelta que limite el mercadeo, pero esa limitación discutible sería poca si imperase el bien común sobre el interés personal de alcanzar el poder a toda costa: "Asaltar el cielo" lo llamaron. Tampoco ayuda que el legislativo, además de redactar leyes y controlar al ejecutivo, tenga que empezar por elegirlo: ¿separación de poderes?

El partido más apoyado, el ganador de las elecciones aunque escuchando a algunos pareciera que ha quedado quinto o sexto, manchado por la lacra de la corrupción y sin coraje para renovarse, para sacudirse de caciques, para aceptar errores, para emprender reformas, para? El segundo, igualmente castigado por las tramas corruptas, con cifras que asustan, pretende autoproclamarse adalid de la honradez, y su tan altivo como endeble candidato debe ser el único que ve las invisibles vestiduras del rey desnudo. El tercero no es uno, sino cuatro al menos, y sus círculos cuentan tan poco que ya nadie habla de ellos (¿qué era eso?), entretenidos sus caudillos en repartirse carteras, cambiar nombres de calles y blanquear el terrorismo: "ETA es un movimiento político" (esto no lo ha dicho un irrelevante titiritero libertario sino la alcaldesa de Madrid, la que siendo juez "vigilaba" más a los funcionarios de prisiones que a los presos etarras).

En opinión de segundo y tercero, el desafío independentista se resuelve a base de federalismo o de plurinacionalidad. El cuarto, en esto, piensa como el primero, en otros asuntos como el segundo, en determinadas cuestiones no se asemeja a ninguno de ellos, y temas hay que no se sabe muy bien cómo los contemplan, más allá de su cabeza de cartel.

Mientras tanto, corre el reloj (tic tac, ahora sí), la incertidumbre gana terreno, la regeneración nunca llega y los consensos se antojan imposibles. ¿No podría enviarnos el Ministerio del Tiempo a algún Suárez más habilidoso en la cosa de sosegar, gobernar y amar a España? Nos conformamos con que dejen de embestirse unos a otros y con que se las ingenien para enderezar esto sin recetas rancias, totalitarias e imposibles. Sumen, acuerden y den los pasos atrás que sean necesarios para que España los dé adelante, que nos gustaría poder disfrutar de un día de campo o de playa, de la Eurocopa y de la familia el próximo 26 de junio.