Un tiempo raro

En mi casa habla de política hasta el periquito, y eso porque está todo el día Radio Nacional de España radiando pactos, corruptelas varias, desgracias fronterizas y hasta viajes anulados donde presumir de las joyas de la corona. En este juego de tronos y troníos carnavaleros, cineastas y titiriteros, uno piensa sensatamente como la niña bonita ¿Para qué hace falta un presidente del gobierno? Las cosas funcionan por inercia, por interinidad infusa y hasta por collons. Mientras, el personal puede decir y pactar lo que quiera, que no salen las cuentas y los unos y los otros se entretienen mareando la perdiz en un ejercicio no sé si de equilibrio o de desesperación pura y dura?

No hace falta gobierno, que nos desgobernamos solos, y lo haríamos mejor si no hubiera tanta ocurrencia, tanto monumento que quitar o poner, tanto gesto para la galería que quizás esconde esa incapacidad gestora que criticamos todos, porque lo que le pedimos a estos políticos de la tarjeta de taxis, la cantina barata, la guardería tirada de precio y las dietas astronómicas es capacidad para gestionar, capacidad para representar y ya, que ya hemos tenido suficientes dispendios, suficientes desvergüenzas y suficientes obras faraónicas de que nada sirve. La justicia es lenta, llega y poco a poco nos descubre todo tipo de tropelías, pero nosotros ya estamos curados de espanto. Vendrán otros y harán lo propio, llegará el recambio y seguirán aprovechándose de la caja común de izquierda, derecha y centro? estamos ya avisados, por eso contemplamos este tejemaneje con cierta sorna, mientras seguimos con nuestra vida nada interina, siempre provisional, siempre llena de esfuerzo diario y cierto cachondeo, porque los políticos y sus cosas ya nos hacen reír, jurar en arameo y hasta vomitar bilis, pero siempre desde la seguridad de que otro vendrá que bueno me hará. Ciertamente no es un panorama muy optimista el mío, pero me da igual, como al grueso de la tropa, uno oye hablar al personal de al lado en el bus, en la calle, en el café y sí, la política nos ocupa y nos preocupa, pero en su justa medida, es decir, que estamos seguros de que da igual quien se siente en el sofá de la Moncloa a recibir a los otros? va a fastidiarla igual por muy buenas intenciones que tenga. Yo lo siento porque el discurso cuasi de investidura de Sánchez estaba lleno de propuestas maravillosas que luego tendremos que pagar con sangre, sudor y hasta rechinar de dientes, pero qué bonito suena eso de la justicia social y la ley de dependencia y la falta de recortes? lástima que luego venga Europa a echarnos un cubo de agua por encima y otra legislatura para que paguemos los agujeros del queso gruyère. Nada, que el desencanto es una sensación ni siquiera negativa, es como una picazón que uno se rasca y ya, total, para lo que sirve quejarse?

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez