Elogio de Raúl Vacas en la ciudad Letrada

Libros antiguos en la universidad donde decíamos ayer tantas cosas como se decían en la calle? y una que empieza a ser mayorcita se da cuenta de que asistió no precisamente a las clases del Maestro Salinas, precisamente, ni a las de Fray Luis, Miguel de Unamuno, ni compartió barca en el Tormes con Aldecoa y Martín Gaite, pero resulta que sí la escuchó y la disfrutó hablando con Torrente Ballester en la recién abierta Casa Lis. Yo he visto cosas que los humanos no podéis ni imaginar?

He visto a Carmen Martín Gaite extasiarse ante el busto de Unamuno, amigo de su padre, en la escalera de Anaya. He asistido a una clase de García de la Concha cuando no era más que un profesor y guionista teresiano que metía miedo. He comido tarta en el Jaramago y he bebido manchadas en El Bolero. Me he caído con todo y vaso por las escaleras del Paniagua, he comprado mis primeros discos en Summa, las cassettes piratas en El Rastro y me he vuelto loca a los 48 por el mismo tipo desgarbado que me gustaba cuando tenía 18? y he conocido a Adares? bueno, a Adares, a Ledesma, a Nuñez Larraz? una es mayor y felizmente memoriosa. Por eso El Corrillo dejó de serlo cuando pusieron un Mac Donald y faltó Adares con su cuerdecita de tender versos en la escalera que le pertenecía ¿Cuándo una escultura como a Ledesma, como a Carmina, como a cualquiera que sea parte de esta ciudad letrada, de esta ciudad de libro donde asistimos al cierre de la Fundación Sánchez Ruipérez, a la virtual desaparición de la librería Cervantes? Salamanca no es cainita, son los dineuros institucionales los que tardan en llegar. Por eso los poetas, que van adelantados a su tiempo, se toman la revancha y hacen homenajes tan bellos como el de Raúl Vacas sentándose en la escalera de Adares para recordarle y recordarnos el valor de la poesía? esa que vendía por la calle con pasitos de gorrión el maestro represaliado del que yo no sabía nada y a quien mi amigo de entonces, Chuchi, besó y abrazó porque su padre le había dicho que era un maestro sin alumnos.

A Raúl Vacas hay que hacerle un monumento tan bello y certero como sus poemas, como su mujer poeta, como sus proyectos generosos, originales, magníficos. No hay otro artista como él en esta ciudad de poetas, ciudad de músicos jóvenes y entusiastas, ciudad de columnistas, de fotógrafos que se guarecen del frío en la redacción de Salamancartv al día al amparo de Juan Carlos Pérez Pinto. Yo no soy de las que dicen que mi ciudad ningunea a los artistas que la pueblan y embellecen, soy de las que se extasían con cada acto al que puedo asistir, cada libro que puedo leer, cada estatua y cuadro, cada foto y fotógrafo. Soy una enamorada de Salamanca y de los artistas salmantinos, y como todos los que le conocemos, una enamorada de Raúl Vacas. Por eso le doy las gracias públicamente, yo, que cada vez que iba a dar clase a El Barco de Ávila inclinaba la cabeza cuando pasaba por Anaya de Alba, porque allí se ve el nombre de la escuelita, una escuela llamada Remigio Adares. No hay desagradecimientos en esta mi Salamanca, hay tiempos lentos, hay escritores magníficos, agradecidos, generosos, fantásticos y sublimes. Hay un poeta magistral que es una persona digna de elogio: Raúl Vacas. Poeta, hombre, generosidad, entrega, verdad y gracia.

Charo Alonso

Fotografías: Fernando Sánchez Gómez / Jorge Manjón

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