¿Cuesta de enero?

Aparte de lo que llamamos cuesta de enero, es decir, la resaca por el gasto, excesivo quizá, en la época de Navidad, y que hace que, con dificultad y a duras penas, podamos llegar hasta el cobro de la nómina a finales de enero, hay otras cuestas, propias del momento, y quizá específicas de este bendito año bisiesto que acabamos de comenzar.

Un simple repaso de acontecimientos nos llevará a constatar esas otras cuestas de diverso tipo por las que estamos atravesando.

Aparte de los avatares políticos que no nos permiten despejar las incertidumbres de futuro, podemos hacer mención de los asesinatos de género, que abundan en este bendito enero más que en años anteriores. Y aun de los incomprensibles infanticidios que, por desgracia, estamos experimentando y sufriendo.

No digamos ya la tragedia de la multitud de refugiados que llegan, o que no acaban de llegar, a nuestras tierras, y a los que no somos capaces de acoger e integrar en nuestras comunidades, con el escándalo que causa en nuestra gente sencilla y los efectos perniciosos que estos hechos están causando en nuestros estados de Europa, que deshacen la política común y que hacen que cada estado tome las divergentes determinaciones por su cuenta. Con la vergüenza de que la democrática y social Dinamarca intente cobrar los costos de su estancia en el país a los refugiados que llegan hasta ellos. Y los hacinamientos inhumanos en los que se encuentran muchos de dichos refugiados en Alemania, Hungría, Austria, Grecia y Turquía, entre otros, de lo cual tengo algún testimonio de un voluntario que marchó a servir a estos refugiados en Alemania en las Navidades pasadas.

Recientemente el Reino de Marruecos ha denegado la entrada, sin darle ningún motivo ni explicarle las causas, al padre jesuita español Esteban Velázquez, que llevaba ya varios años trabajando en la diócesis de Tánger, concretamente en la ciudad de Nador, donde atendía a los inmigrantes subsaharianos, a petición de su obispo Mons. Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, y esa expulsión ha motivado por parte de éste una aclaratoria carta de información a sus feligreses, y de protesta por los hechos injustificados.

Y quizá una nueva imagen que no encaja en la idea de cuesta o dificultad de la que hemos hablado hasta aquí. Hace algún día, un amigo que en su tiempo estuvo muy ligado a la Iglesia pero que últimamente pasaba bastante de ella, me comentaba que está muy contento con este Papa. Y es la impresión de mucha gente que, más bien alejados de la institución eclesial, se sienten como retornados al considerar al Papa Francisco como uno de los suyos. Podríamos espigar diversas manifestaciones del modo sencillo y atrayente de proceder del Papa, pero como es la noticia que está más en el momento y en la actualidad de la comunicación, quiero hacer mención brevemente sólo del próximo viaje que el Santo Padre está preparando en los días centrales del mes de febrero al gran país, pero tan convulsionado por el tráfico de la droga y la violencia consiguiente, como es Méjico.

Al programar este viaje, el Papa ha manifestado con insistencia su deseo, al que lógicamente se ha accedido de inmediato en el plan del programa, de asistir a un encuentro con los niños enfermos en un hospital infantil de enfermedades oncológicas o del cáncer. Es sólo una muestra, pero me apetecía suavizar un poco tantos aspectos tan costosos y desagradables a superar en la cuesta de enero de siempre y particularmente de la de este año.