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Loopy de Loop...
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Loopy de Loop...

Actualizado 25/01/2016
Javier González Alonso

"En la agreste infancia de la meseta burgalesa pedía a mis buenas niñeras del páramo que me contaran una historia de lobos, y con estas historias me dormía, arrullado por la seguridad de la casa, dulce y confortable." Félix Rodríguez de la Fuente.

En los cuentos de los niños es temido por todos: lo pintan como sanguinario, un perfecto asesino; de mirada sucia y rostro furioso; de pisadas furtivas y belfos siempre espumeantes. Eso es lo que le contaban a Félix Rodríguez de la Fuente en su pueblo, siendo niño, y él se lo creyó. A los catorce años, tuvo la primera oportunidad de formar parte en una batida contra "el demonio" hecho animal. Cuando, tras mucho esperar, la bestia apareció en lo alto de una loma, inmóvil, erguido, Félix, el que se convirtió en su máximo valedor en este país de ignorantes naturales, dejó anotado: "Lo que vi entonces... ¡No se me olvidará jamás! Vi un animal hermosísimo; un animal grande, de color gris, (...) con unos ojos de los que se desprendió, quizá, una queja: ¿Por qué me perseguís? ¿Por qué queréis matarme si yo también tengo la obligación sagrada de sacar adelante a los míos? Si puede haber carne para todos, ¿Por qué queréis quitarme la vida?" [http://bit.ly/1JlcMmO].

¡Quién hubiera podido ser uno de los afortunados que trabajaron con el profesor Rodríguez de la Fuente! Un trabajo que nos enseñó, a quien quiera verlo, que nuestra visión estaba sesgada, que únicamente se nos había mostrado, hasta ese momento, la visión ancestral de la alimaña. Basta recordar que, hasta los años 70 del pasado siglo, todavía existía la figura del alimañero, de la persona encargada de exterminar lobos, fuese con veneno, con cepos, o con cualquier otro método, todo era válido. Y es que, por cada individuo abatido, se entregaba una buena cantidad de dinero, como recompensa. La cosa tiene su punto de inflexión cuando Félix Rodríguez, gracias a sus series radiotelevisivas, empieza a divulgar lo que él llamaba "la verdad del lobo", hecho que supuso que recibiera amenazas de muerte en varias ocasiones, en este, como digo, nuestro país de ignorantes naturales. Es indudable que, sin Félix, el lobo hubiera sido erradicado de la Península Ibérica.

Una especie única, símbolo de la supervivencia, pues ningún otro gran depredador puede aguantar la presión a la que está sometido por parte del hombre. Pero el terreno recuperado en su expansión vuelve a poner de manifiesto el conflicto existente entre el sector ganadero, que pretende "controlarlo", y los conservacionistas y emprendedores del turismo natural, que defienden su presencia. Los ganaderos aducen que "donde hay rebaños no puede haber lobos porque son incompatibles", y luchan por la modificación de la Directiva Europea Hábitats, que impide la caza al sur del Duero, pero permite su "gestión" al norte del río, es decir, abogan porque se pueda cazar cualquier individuo que cruce el Duero. Por su parte, los que defendemos su conservación, creemos que eso es un tremendo error, pues su caza contribuye, precisamente, a que aumenten los daños, ya que, por su marcado carácter social, si matas al líder, el grupo se desestructura y ataca al ganado.

Obviamente, los perjuicios ocasionados por el lobo deben ser pagados, y deben ser pagados en el menor espacio de tiempo posible. Y, además, los ganaderos deberían ser ayudados para la adquisición de mastines y de pastores eléctricos, que tan eficaces se han demostrado en las zonas loberas del norte, En estas zonas están acostumbrados a convivir con el lobo, desde siempre, y se dieron cuenta que el lobo vivo vale más que muerto, gracias al turismo lobero. Los pastores de la Sierra de la Culebra, territorio lobuno por excelencia, tienen claro que "el lobo cumple su misión. En la Culebra tenemos los mejores trofeos de caza porque elimina a los más débiles y viejos. Y además mantiene a raya a los zorros, que hacen muchísimo más daño". Las empresas de turismo de avistamiento han hecho cálculos económicos, y sus datos ponen de manifiesto que es diez veces más rentable mantenerlo vivo: hablan de ingresos de 400.000 euros anuales, frente a los 34.000 euros que dejaría su caza. Fácil de entender para quienes únicamente tienen en cuenta al dios dinero? la pela es la pela.

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