Unidad

En el año 1908, el Rvdo. Paul Watson iniciaba la celebración del Octavario por la Unidad de la Iglesia. En 1926, el movimiento "Fe y Constitución", de ámbito protestante, da comienzo a la publicación de "Sugerencias para un Octavario por la Unidad de los Cristianos". En el contexto católico, el padre Paul Couturier impulsa en Francia, en el año 1935, la "Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos". Y en 1958, el centro "Unidad Cristiana" de Lyon (Francia) y la comisión "Fe y Constitución" del Consejo Mundial de las Iglesias comienzan a preparar conjuntamente el tema para la Semana de Oración.

En 1964, el Decreto sobre el ecumenismo del Concilio Vaticano II, poniendo de relieve el valor de la oración para la unidad de los cristianos, anima a la práctica de la Semana de Oración.

Y en 1968, la Comisión "Fe y Constitución" y el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, de la Iglesia Católica, deciden preparar un texto para la Semana de Oración de cada año. Y así lo vienen haciendo puntualmente desde entonces hasta ahora. La Semana de Oración quedó fijada finalmente entre los días 18 y 25 de enero de cada año.

En Salamanca, se puso en práctica muy pronto la Semana de Oración por la Unidad, impulsada por el eminente teólogo y ecumenista D. José Sánchez Vaquero y las religiosas Misioneras de la Unidad. Y enseguida colaboraron los maronitas libaneses, que entonces estudiaban en Salamanca, los representantes de la Iglesia anglicana y otras denominaciones protestantes, incluyendo también algunas celebraciones de liturgia ortodoxa.

Así se sigue haciendo hasta ahora, y este año participan concretamente, además de comunidades religiosas o parroquias católicas, la Iglesia Reformada Episcopal Española (IERE), la Iglesia Ortodoxa Rumana y hasta una liturgia copta.

A la base de la oración de cada año suele haber un texto de la Sagrada Escritura, que es libro base de las diversas denominaciones cristianas. El texto de este año dice: "Destinados a proclamar las grandezas del Señor" (Cf. 1 Pe 2,9). Incluye, lógicamente, el reconocimiento de las grandezas del único Señor y el compromiso de anunciar esas grandezas a todos los hombres.

Jesús deseó y oró en el momento solemne de su última Cena para que los cristianos permanezcamos siempre unidos, ligando a esa condición la posibilidad de que crean en Él todos los hombres: "Que todos sean uno, para que el mundo crea". Y, sin embargo, las divisiones entre los cristianos siguen siendo hoy motivo de gran escándalo para todos, y limitación para el trabajo común necesario de lucha por la justicia, la paz y el bienestar común.

Y la situación mundial sigue exigiendo de todos nosotros que trabajemos unidos por la erradicación de tantos males, violencias, guerras y abusos de todo tipo. Precisamente en estos días hemos tenido oportunidad de reflexionar en Salamanca, mediante dos importantes conferencias organizadas por diversas organizaciones católicas, sobre el terrible azote de los desplazamientos humanos y la realidad de los solicitantes de refugio en los diferentes países, con prevalencia de los procedentes de Siria y otros países orientales, pero también del sur, y en concreto de África.

Aunque el ecumenismo se refiere propiamente a las diversas denominaciones cristianas, hoy el movimiento se expande en la línea de diálogo y la colaboración de los católicos con las otras religiones del mundo, principalmente los judíos y musulmanes, y otras grandes religiones orientales, o las tradicionales de África.

Hace pocos días, el Papa Francisco, que es un gran promotor del ecumenismo y del diálogo interreligioso, se reunía con los judíos en la gran Sinagoga de Roma, propugnando luchar juntos por la consecución de los objetivos de la paz. La unidad nos reclama a todos, y en estos días tenemos oportunidad de unirnos a las celebraciones y oraciones de la semana de Oración por la Unidad.