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Adanes y Eva
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Adanes y Eva

Actualizado 05/02/2016
Luis Miguel Santos Unamuno

No voy a ocultar que me inspira este titulo el reciente nacimiento de una sobrinita a la que han puesto de nombre Eva, aquella primera mujer si negamos a Lilith. Cuando la miras de cerca, con apenas unas semanas de vida, su vulnerabilidad te hace sentirte responsable de su futuro. Pero ese hecho no te hace perder el norte ni te hace creer que su llegada cambia el mundo (sólo el tuyo) como parecen creer, a tenor de cómo se comportan, los nuevos diputados, y diputadas claro, que han tomado (posesión de) el Congreso tras las últimas elecciones. Como si nadie lo hubiera hecho antes, como si nunca se hubiera legislado en las Cortes. Y ya que el nombre de la pequeña Eva trae inmediatamente a la memoria el de Adán pues de ahí el título. Porque a esos nuevos adanes quiero referirme.

Me he irritado -y sé que a mi edad ya no debiera- al ver esa soberbia que transmiten los recién llegados, con sus cortinas (de humo) de palabras rimbombantes y pedantes sin que nadie se las pida (confluencias, grupos confederales (?), construyendo mayorías) como si antes de ellos las tinieblas, como si nunca nos hubieran perseguido los grises, ni hubiéramos hecho huelgas o encerronas en la facultad, como si no hubiéramos luchado por los derechos de los menores, o de los presos, como si no colaboráramos con ONGs, ni nos hubiéramos preocupado por lograr que las mujeres dejaran de ir a abortar a Londres, como si nos gustaran las energías sucias y las muertes en las carreteras, como si fuéramos una suerte de privilegiados (que lo somos, como ellos, como casi todos en este Primer Mundo) sin conciencia que nos hubiéramos dedicado a pisotear a los otros (no me refiero al infierno sartriano que somos, algo metafórico). Lo único realmente nuevo en cuanto al pasado reciente es esa excesiva preocupación por los míos, por los de mi tribu, por lo que tenemos de diferente, para que se respete, no por lo que tenemos en común, para que se defienda. No me gusta que me miren con desprecio como si los que votaron la Constitución no hubieran existido y no se hubiera aceptado la monarquía como forma de gobierno aunque nos repele a muchos y la cambiaremos en cuanto podamos e ignorando a unos votantes que han sostenido este país en el que ellos crecieron. Mi empleada del hogar que aún prefiere fregar de rodillas y que les daría sopas con onda en cuanto a entrega laboral vota al Partido Popular mientras me dice que está triste porque no pudo ir a despedir a su hijo militar que acaba de embarcarse para Libia. Estoy muy demagógico hoy.

Y junto a esa engreimiento adánico una sensación de espectáculo cinematográfico (las cámaras mandan) al estilo Sálvame que desprende un tufillo a escenografía preparada para causar efecto. Y a fe que lo consiguieron, en prime time y en los minutos de la basura pero para mí con ello cayeron en el peor de los pecados en que puede caer un político (y un periodista): que no te fíes de él, que sepas que está desempeñando un papel, que intuyas que no cree en lo que hace sino que lo hace para obtener un resultado. No me creo que estén realmente preocupados por los discapacitados o por las bondades de usar la bici y el bombazo de asistir con un niño en brazos no me suena a denuncia sino a audiencia. Ya sé que se puede interpretar que es una forma de llamar la atención sobre una situación injusta (?) para que se tomen medidas como aumentar el tiempo de protección a las madres y padres en los meses de lactancia donde se empiezan a desarrollar los importantísimos vínculos de apego. Pero algo me dice que ese no era el motivo.

Bien poco me preocupan las rastas ni las mochilas ni los jerseys de cuello alto pero lo que sí me preocupa es que debajo de esas rastas haya un cerebro bien amueblado y, por seguir utilizando un símil antropomórfico, que esa ropa informal arrope un corazón honrado que trabaje sin partidismos por el bien común no sólo por el mal del contrario.

Lo que son las cosas, intentando desvelar aún más esa pretensión de los nuevos adanes se me ocurrió brujulear un poco por ahí buscando opiniones sobre los políticos profesionales y cómo lo que tenía más a mano por casa eran las obras completas de Unamuno encontré algunas perlas. Claro que él era muy peleón. "Nuestros políticos suelen ser como [?] esos pobres sedicentes poetas que se dedican a coleccionar rosas marchitas de juegos florales. [?] Su psicología es la de los cómicos: oír el aplauso y tener buenas contratas." Lo escribió, entre otras lindezas contra los políticos profesionales, hace más de 100 años. ¡Adanes!

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