Daoíz y Velarde, diálogo a pie de escalera

- Esto de que tú y yo nunca nos miremos a la cara, querido Velarde, tiene diversas interpretaciones, pero tú y yo sabemos que no es porque nos llevemos mal, o porque no nos soportemos?

- Claro, apreciado Daoíz, simplemente así abarcamos más campo de vigilancia para custodiar el Congreso de los Diputados, aunque se nos escaparan Pavía y Tejero? Y no tenemos miedo el uno del otro, podemos darnos la espalda sin temor.

- ¿No te parece que no han aprendido gran cosa de nosotros los inquilinos de esta santa casa? Y mira que muchos han renovado el alquiler desde hace bastantes cuatrienios, Velarde.

- Lo malo es que no pocos de los nuevos vienen en el mismo plan, y siento decirlo, Daoíz, pero me han recordado mis tristes años en el circo algunas de sus puestas en escena.

- ¿Y qué me dices de lo que se espetan en los debates, de los recados que se mandan en los mítines y de las andanadas que sueltan en los medios de comunicación?

- Bah, puro teatro, ya ves que luego aquí se saludan como si tal cosa y se van de cañas?

- ¿Tú crees, Velarde? No les siento yo en tan buen son como antaño, cuando los pactos aquellos de la Moncloa, las Cortes Constituyentes y todo eso. Se miran con más recelo y no terminan de llegar a acuerdos.

- Es cierto, Daoíz, no quería alarmarte, pero lo que yo veo a este lado también me inquieta. Sin fijarme mucho, ya he avistado un oscuro comisionista, una lozana tránsfuga y un rufianesco rufián. Toda la vida orgulloso de velar por el meollo de la soberanía nacional, y ahora resulta ser papel mojado.

- Date cuenta, alguien presume de que, lo que no le han dado las urnas, lo ha obtenido por la negociación, ¡y aquí no pasa nada!

- Quizá deberíamos hacer algo para salir en los periódicos, y no estoy hablando de traerme a los leoncitos al trabajo, pero podríamos intentar darnos la vuelta y mirarnos, Daoíz.

- Me parece buena idea, Velarde. Esta noche nos cambiamos de postura, a ver si sus señorías son capaces de empezar a mirarse a los ojos, de ceder, de aceptar los resultados de las urnas sin demasiadas interpretaciones ni negociaciones, de buscar ante todo el bien común y no el poder, de pensar antes de nada en España?

- ? aunque dejen su espalda a merced de sus compañeros de partido, ¿verdad?

- Que se arriesguen como nosotros, que lo de girarse esta noche después de ciento cincuenta años no va a resultar nada fácil.

- Eso es, valiente Daoíz. Pero lo conseguiremos.

- Hasta luego, amigo Velarde. ¡Viva la Constitución!

- ¡Viva!

Con los nombres de Daoíz y Velarde, héroes del Dos de Mayo, se conoce a los leones del Congreso de los Diputados.