Líderes y lideresas, tampantojos y transparencias

Yo debo ser pero muy, pero que muy burra, porque no entiendo las razones por las que un partido político elige a un líder y luego, en poco tiempo, decide defenestrarlo. Las ansias canitas son muy comprensibles, lo admito, pero es increíble este deseo casi autodestructivo de cargarse a Pedro Sánchez y más cuando lo más sensato en este momento es estudiar el puzzle electoral que nos ha dejado Papá Noel. A este paso acaba la CUP decidiendo por los barones y comités del partido, que estos se han instalado en el suspense y suspenden a todos mientras hacen gala de su poderío. A mí que me registren, estoy de acuerdo con Patxi López en que el espectáculo es un pelín lamentable, impropio del momento en que vivimos, aunque también fruto de ese talante español de la falta de interés por el bien común.

En mi casa estas fiestas de año nuevo no se ha hablado de política, la verdad, con hacer chistes sobre la momificación de las campanadas ¿Eran presentadores o eran figuras de cera? Loar a Mota y poner de extranjis ?mi madre a duras penas ha superado el Nodo y piensa que solo hay una cadena, la uno, faltaría más- a la Pedroche, hemos tenido suficiente. Sobre todo cuando uno de mis hermanos, suponemos que el más experto, decide que la vallecana tiene culo de carpeta. Se preguntarán ustedes si a este en vez de enviarle a patrullar la ciudad le han mandado a oficinas y por eso está tan sensibilizado, pero por lo visto, se refiere a que la dama tiene el culo plano y las transparencias no le hacen mucha justicia. Ya ven, la cosa es glosar el tapete de ganchillo de Pronovias sobre el cuerpo de Pedroche y no dilucidad por qué el partido rojo se quiere fagocitar al líder así, sin esperar a los pactos. Será porque a Susana Díaz le ha entrado el ansia nacional y de Despeñaperros para abajo se le ha quedado chica la cosa? será porque hay un tapado dispuesto a devolvernos la rosa en todo su esplendor, será que el muchacho, alto y fornido, no ha dado la talla.

Que no, que lo nuestro es dedicarnos a analizar el breve estilismo de la Pedroche antes de que mi madre agarre el mando a distancia y nos devuelva a la capa y a la caspa, mejor los niños, que están decididos a leer e intercambiarse libros ilustrados mientras los mayores acabamos de cenar. A mí como que me da ternura eso de que las navidades huelan a rancio, uno se ha acostumbrado a Ráphael, a Bertín y a Telepasión. La Igartiburu me da como grima y el de la capa, miedito, pero reconozco que darles para el pelo es más descansado que ponerse a hacer matemáticas con el reparto de escaños o volverse a releer al elefante Elmer. Mi otro hermano se sabe el número de todos los diputados y hasta las combinaciones posibles, y todo mientras concluimos la comida sin discutir y haciendo cábalas acerca de lo que será un culo de archivador, que es, me temo, lo que me adjudican a mí. Todo sea por la familia y la política de pactos. Y es que puestos a sacrificar, mejor sacrificamos a la Pedroche y nos la comemos en vez de atacar al tostón que ponerse a dilucidad las razones por las que el Partido Socialista se apunta al canibalismo más cruel. Y es que tiene razón el vasco, el espectáculo, transparencias incluidas y momias brindantes, es, sencillamente, penoso. Menos mal que los niños han decidido pasarse al papel y pasar de la tele.

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez