Librería Cervantes y otras ilustres desapariciones

Hace ya mucho tiempo que esta ciudad y su provincia va perdiendo sus señas de identidad, las ha ido perdiendo a trocitos, poco a poco, como sin darnos cuenta. Cada semana o cada mes, algún trocito del corazón de la ciudad se nos ha ido, se nos sigue yendo. Los viandantes, cada día más viejos y por tanto más inactivos, son y han sido testigos mudos de un cambio despiadado de la cara de esta ciudad que cada día enferma un poquito, sin darse cuenta que en cualquier instante se muere de verdad.

La inminente desaparición de la Librería Cervantes, será la postrera imagen de una cadena sin fin de desapariciones de la configuración del entramado social y humano intrínsecamente salmantino que desde hace años se viene sucediendo sin que la mayoría de los salmantinos hagamos otra cosa que lamentarnos. Si los que habitamos todavía esta ciudad mirásemos con un cierto criterio de salubridad, nos daríamos cuenta que la maravillosa Plaza Mayor se ha quedado en unos pocos establecimientos hosteleros en los soportales, arriba ya casi no vive nadie, el barrio antiguo está "habitado" casi exclusivamente por turistas, que edificaciones emblemáticas como el Gran Hotel y otros como el Continental, innumerables tiendas de ultramarinos, guarnicionerías, cafés, bares de toda la vida, pensiones y hostales y hasta las facultades de la otrora gloriosa Universidad, han pasado a pertenecer exclusivamente, no a la memoria, que nos la han robado, sino a la añoranza sin remedio y sin vuelta atrás.

Es cierto que una ciudad viva es cambiante por principio, pero no es el caso, los cambios no se están haciendo por y para la vida, una ciudad llena de franquicias exactamente iguales que las que se encuentran desde Estambul a Nueva York pasando por Barcelona, Paris, Londres, Valladolid, Soria o Singapur, no hacen sino uniformar las ciudades, es decir, certificar la muerte de las mismas si sólo se asientan en ellas tales franquicias.

Esa es la diferencia entre los cambios que se están haciendo en Salamanca y los que se hacen en las ciudades vivas, en estas últimas se rehabilita, se reacondicionan los negocios antiguos y si se viaja solamente un poquito, se puede comprobar que en otros sitios es así. Aquí, la mayoría simplemente se destruyen, se aniquilan, como si el pasado fuera solo un vergüenza sin darnos cuenta que el sonrojo nos lo producen los intereses mezquinos que han llevado a la desaparición de muchas de esas edificaciones.

El paradigma de esas desapariciones fue el derribo con nocturnidad y alevosía del increíble depósito de las aguas, sustituido por un inhóspito pseudo-parque para favorecer intereses particulares, exactamente igual el cuartel Julián Sánchez, el teatro Bretón o la estación del ferrocarril. A este respecto hay que decir que la demolición del depósito de aguas de Campoamor, sí está en la memoria colectiva, porque el actual dueño de la librería Cervantes tuvo a bien publicar un libro que ha pasado casi desapercibido para los salmantinos titulado HORMIGÓN "ALMADO" en el que se narra en texto e imágenes la despiadada destrucción del que fue el más grande y portentoso depósito de guas de toda Europa, y eso es lo que vamos a perder, la posibilidad de que una empresa esté fundida y confundida con los salmantinos si los empleados actuales de esta enseña de la ciudad no pueden hacerse cargo de ella, a pesar de que nunca será sólo suya, sino de todos los que hemos pasado por allí una y cien veces desde niños.

Está claro, dadas las condiciones y circunstancias actuales que rodean al sector del libro, que no podrá seguir siendo igual, necesitará de ayudas de los entes públicos locales y del compromiso de los trabajadores, pero la memoria salmantina lo merece, nunca es tarde siempre y cuando el motivo que ocasiona estos desastres y que no es otro que la despoblación de la ciudad y de la provincia sea atajado con valentía por todos los que aún vivimos aquí. Las entidades públicas ya han dado muestras que este tema no sólo les resbala sino que lo alimentan con sus programas y actitudes, no hay más que remitirse a las pruebas.