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Ratón de librería
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Por Raúl Vacas, escritor

Ratón de librería

Actualizado 03/01/2016
Raúl Vacas

"Gran parte de mi biblioteca se la debo a Cervantes, no al escritor, sino a la librería que hizo de ese nombre su seña de identidad en el gremio de los libreros. Allí encontré los mejores libros con que graduar mi vista e imantar la mirada en mis inicios

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Hace años que murió Zero, mi ratón chino. Un roedor inteligente y chiquitín, capaz de seducir con sus patitas de claqué y su gusto por los libros.

Con él aprendí que la ternura no tiene tamaño, que unos ojos pequeños también dicen palabras y que los sueños tienen cuatro patas.

Todos los que lo conocieron se enamoraron de él. Hasta mi madre que, cuando bajó de la silla y no volvió a gritar, se esmeró en escoger las mejores hojas de lechuga para él.

En ocasiones lo soltaba para que corriera por las estanterías de la habitación. Entonces aprovechaba para trepar por el canutillo de las libretas y esconderse detrás de los portarretratos y los calendarios y hacerle mil cosquillas al gato de peluche. Y a la menor, cuando me despistaba, lo sorprendía royendo algunos libros; de poesía, sobre todo.

Le encantaban los de pasta dura, las encuadernaciones en piel, los diccionarios, las revistas de Man y la Generación del 27 en edición de lujo. Qué no hubiera hecho ?me pregunto a veces? mi ratón Zero en una biblioteca o en una librería. Ni el Ingenioso Hidalgo con su lanza, ni Harry Potter con su vara de mentira hubieran evitado algún que otro mordisco en El Quijote o en La piedra filosofal. Fijo.

Pues así ?igual que Zero? suelo entrar en los libros de las librerías; a mordiscos. Los abro y cierro para espantar sus nombres, los huelo de reojo, les robo dos o tres secretos y los devuelvo, intactos, a su estante o me los llevo puestos previo pago.

Con la alegría del que conoce un dato más de la mujer que ama en secreto. Con la curiosidad del que se inventa un nick y sale a pasear por algún chat. Con la pasión del niño que aprendió a fumar cigarros de papel o chocolate. Así es mi encuentro con los libros. Así recorro el atlas de las cosas; con el índice a la vista.

Pero también en librerías, como Cervantes, me gusta imaginarme un héroe de novela en medio de un silencio, casi gregoriano, que pareciera huir del parking subterráneo de la plaza. Un silencio de cristal, que no me atrevo a apedrear con algún grito revolucionario. Un silencio untado de erotismo de algún rombo.

Y allí, en medio de ese laberinto, igual que un minotauro, pasé más de una tarde las horas muertas. Allí expurgué unos cuántos libros en la sección de poesía. Allí tomé más de una nota urgente para algún artículo o algún trabajo, allí compré mi corazón didáctico, el que viaja conmigo, en mi maleta, y que abro ante los ojos de los niños y los jóvenes para observar qué tiene dentro y para invitarles a mirar en sus corazones. Y allí, junto a las escaleras de acceso al almacén, pasé más de una vez las páginas del mismo libro, sin chuparme el dedo, por si la tinta escondía algún veneno de abadía.

Gracias a quienes, año tras año, han puesto en marcha la maquinaria de esta industria del libro; a los que han demostrado su empeño constante por hacer del libro un artículo de primera necesidad y un bien común; el mapa del tesoro, aún no enterrado, que nos ayude a buscar los secretos de la vida y de la muerte.

Gran parte de mi biblioteca se la debo a Cervantes, no al escritor, sino a la librería que hizo de ese nombre su seña de identidad en el gremio de los libreros. Allí encontré los mejores libros con que graduar mi vista e imantar la mirada en mis inicios en la poesía, esos libros capaces de amaestrar los sueños; que se abren en las manos del cliente por la palabra "amor"; que nos enseñan a degustar, saborear, paladear cada idea, cada sentimiento, cada ficción, cada metáfora como manzanas de feria.

Creo que fue Fernando Savater quien dijo: "Temblar entre líneas... Salir de la angustia leyendo, volver a ella por la misma puerta. No acatar emociones analfabetas. En cosas así consiste la perdición de la lectura. Quien la probó lo sabe."

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