Navidad sin fronteras, Papá Noel visita los pueblos de la comarca mirobrigese de Aldea del Obispo y Vale da Mula.
Con la llegada de la Navidad, las calles y los hogares comienzan a impregnarse de una ilusión serena y contagiosa. Se aproximan días de celebración y reencuentros familiares, de sobremesas prolongadas y afectos renovados, y, sobre todo, se acerca una de las noches más esperadas del año.
Es Nochebuena. Y tras ella, la Navidad. Fechas que anuncian la llegada de esa noche singular en la que Papá Noel —viajero incansable que no reconoce fronteras ni distancias— recorre silenciosamente los hogares repartiendo regalos y sonrisas, despertando la magia en los niños y niñas, pero también, aunque a veces se disimule, en los corazones adultos.
Antes de que llegue ese momento cargado de asombro, Papá Noel suele dejarse ver. Sale al encuentro de quienes pronto sorprenderá, se detiene en plazas, calles y salones, y escucha con atención los sueños más íntimos de la infancia. Y, como no podía ser de otra manera, tampoco olvida los pueblos de la comarca mirobrigense.
En esta ocasión, su visita reunió a pequeños españoles y portugueses. Hizo parada en Aldea del Obispo y en Vale da Mula, donde fue recibido entre sonrisas francas, miradas brillantes y abrazos espontáneos. Los más pequeños compartieron con él sus mayores deseos, confesaron cómo se han portado a lo largo del año y detallaron con precisión los regalos que esperan encontrar bajo el árbol o junto a la chimenea en la mañana de Navidad.
Pero hubo algo más que palabras y promesas infantiles. En esos encuentros se compartió también una ilusión común a ambos lados de una frontera que hoy resulta casi simbólica. España y Portugal, países vecinos, se dieron la mano en una escena sencilla y profundamente humana: niños que juegan, familias que se saludan, comunidades que se reconocen en la convivencia y la paz. Porque de eso tratan estos días: de unir, de acercar, de recordar que los afectos no entienden de límites geográficos ni de mapas.
Una visita, en definitiva, tan sencilla como entrañable, que abre las puertas a uno de los momentos más esperados del calendario y nos recuerda, con discreta elocuencia, que la Navidad sigue siendo, ante todo, una celebración de la esperanza compartida.