Llega la Navidad, ese acontecimiento que, como cada año, llena de alegría y esperanza incluso a muchas personas desesperanzadas. Aunque para la tradición cristiana y para quienes lo viven desde la fe se trata de la celebración del nacimiento de Jesús, para muchos es, también, un ritual familiar, un tiempo y un espacio compartido, una cierta idea de iluminación del ser humano por dentro y de su entorno por fuera.
La luz y el espíritu navideño ilumina los hogares, las calles, las ciudades y hasta el campo se viste de blanco para darle la bienvenida al niño Jesús y al año nuevo. Pocas veces se puede hacer realidad el refrán de “Año nuevo, vida nueva”, pero la ilusión tira del carro, indicándonos que el espíritu navideño no puede ni debe limitarse a la noche mágica de la Nochebuena.
Hay luz, muchas luces por Navidad. Queremos acudir en primer lugar a la luz de la esperanza que todos llevamos dentro. Esa esperanza que hoy tienen más de un millón de personas que no pueden hacer frente a la factura de la luz eléctrica que haga más soportable el vivir día a día. O esa esperanza de más de tres millones de personas que no pueden mantener su hogar caliente en los duros días de invierno. ¡Ay!, esa esperanza de quienes temen que no haya nada en la nevera para poner sobre la mesa, no solo el día de Nochebuena, sino todas las noches del año. Y esa esperanza de quienes esperan encontrar un trabajo o una vivienda donde establecer su hogar. Ojalá que, a todos ellos, y a todos los necesitados, les llegue la luz de la Navidad.
Más allá del espíritu navideño, el potencial de la Navidad ha alcanzado un alto desarrollo en los últimos años vinculado a la iluminación y al turismo, que no son solo decorados. Por doquier nos encontramos símbolos de la Navidad como las luces, guirnaldas, belenes, majestuosos árboles piramidales que tratan de cautivar a los residentes y de atraer e los visitantes. Porque la Navidad tiene mucho de acogida, de hacer comunidad, de sumar y no restar, de incluir y no excluir. Tiene mucho de simbología, espíritu y esperanza.
Desde hace unos años las ciudades españolas vienen compitiendo por la mayor suntuosidad en su engalanamiento por Navidad. Los alcaldes tratan de explotar como nunca el irresistible atractivo de la Navidad, buscando el incremento de su propia popularidad, potenciar el orgullo de la ciudad y la rentabilidad económica vía turistas visitantes. Para ello, y entre otras cosas, nada mejor que poner el árbol más alto, el más luminoso, llamativo, mediático, viral, más visitado, como si de una competición se tratara para entrar en el libro de los récords. El denominador común de todas las ciudades en este movimiento de explotar exageradamente la tradición navideña es que se mezcla la celebridad con la tecnología, la economía y el espíritu navideño.
Fruto de esa carrera desmesurada de los políticos por tener las luces más potentes y el árbol de Navidad más alto vienen las discrepancias y los pareceres. Para unos, iluminar abundantemente las ciudades en Navidad no es ninguna frivolidad, sino humanizarlas, disfrutarlas más y, lejos de ser un gasto superfluo, lo ven como una inversión en el ánimo colectivo de los ciudadanos y el espíritu navideño. Para otros, es un gasto desproporcionado que lejos de traer bienestar, genera molestias a los ciudadanos y resulta cuestionables la atracción del número de visitantes, así como el posible retorno económico. Hay ciudades en las que se quejan muchos vecinos de las obras, atascos, ruidos, aglomeraciones y exceso de luces.
Con todo, en esta Navidad 2025 se ha desatado en multitud de ciudades y municipios españoles un furor navideño desconocido, que parece sintonizar con las ganas de vivir el espíritu navideño de una buena parte de la población. Ciudadanos que ya a principios de noviembre comenzaron a engalanar sus casas, portales y balcones con los elementos y símbolos propios de estas fiestas: belenes, árboles y guirnaldas. Manifestaciones que nos llevan a la reflexión de ¿cuándo realmente empieza la Navidad? Para unos empieza cuando comen el primer turrón navideño que ya está en los comercios desde octubre, Para otros con el encendido de las luces navideñas en noviembre. Para un tercer grupo de ciudadanos comienza el 22 de diciembre con la Lotería de Navidad y, para los más místicos, el día 25 con el nacimiento de Jesús.
No podríamos terminar este artículo sin dedicarle unas líneas a sendos símbolos de la Navidad ya citados: el belén y al árbol. Del belén sabemos que el primero en representar el Nacimiento de Jesús en forma de belén o pesebre fue San Francisco de Asís, allá por el año 1223. Este arraigaría posteriormente de forma profunda en la sociología y la tradición española y, con la misma intensidad, se trasladó al continente americano.
Por lo que al árbol de Navidad se refiere, sus raíces hay que buscarlas en el arraigo que tenían los vegetales en la tradición pagana de la romanización. La Iglesia trató de desarraigar estos símbolos, pero al no lograrlo, los incorporó al ceremonial cristiano, por ejemplo: el acebo pasó a representar la corona de espinas que le impusieron a Cristo. Algunos estudiosos piensan que San Bonifacio institucionalizó el árbol de Navidad allá por el siglo VIII en Alemania, aunque otros autores niegan que así fuera. En lo que sí hay un cierto consenso es que fue en el siglo XVI y en Alemania donde se perfiló el uso de este árbol tal y como lo conocemos (aunque últimamente ha evolucionado hacia esa forma piramidal antes citada) y que fueron los soldados alemanes que lucharon en la Guerra de Secesión quienes lo introdujeron en Estados Unidos.
El árbol de Navidad se popularizó en el siglo XIX y se extendió por el mundo. La tradición de poner el árbol de Navidad llega a España en 1870 de la mano de la princesa rusa Sofía Troubetzkoy. Casada con el duque de Sesto, José Osorio y Silva, quienes vivieron en al Palacio de Alcañices, hoy desaparecido y ocupado su lugar por el Banco de España, en Madrid. Allí se puso el primer árbol de Navidad y debido a la gran influencia de la princesa en la sociedad española se extendió por esta. Como un icono navideño que es, el árbol de Navidad está dotado de las luces y la esperanza que simbolizan la fe y la alegría navideña.
¡Feliz Navidad, Paz y bien!
Escuchemos a José Feliciano en Feliz Navidad:
https://www.youtube.com/watch?v=0UVUW11FENs
Aguadero@acta.es
© Francisco Aguadero Fernández, 19 de diciembre de 2025