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CULTURA
Actualizado 02/12/2025 13:49:19
Charo Alonso

El 14 de diciembre, la Joven Orquesta Sinfónica Ciudad de Salamanca interpreta una pieza del José María G. Laborda, la música que ilumina el retablo de toda una vida

En casa de la pintora Marta Rodríguez González-Carvajal y el musicólogo y compositor José María G. Laborda se respira arte. El estudio de la artista se confunde con los libros, los instrumentos, los cuadros y hasta Simba recorre la pieza en absoluta armonía gatuna. La conversación grupal tiene una suave cadencia pero, cuando Laborda levanta la tapa del piano y suenan las notas, todo parece detenerse en la música de las esferas. La musicóloga y profesora Virginia Sánchez nos traza un retrato emocionado de su maestro: “Representa un prototipo intelectual que aúna la composición musical, la investigación, la docencia y la creación artística. Y en medio de su excelencia, la amabilidad y la sencillez son sus rasgos humanos más destacables. Ha sido una inspiración para varias generaciones de músicos y recuerdo con cariño su sabiduría y su vitalidad, que siguen patentes hoy en día en que está más centrado en la creación musical y plástica, pero desde donde continúa siendo un faro para muchos músicos, entre los que me encuentro”. Y nosotros damos fe de esta cercanía, sencillez y disposición.

Charo Alonso: Maestro, ¿cómo empezó todo?

José María G. Laborda: Yo nací en León, en 1945, justo entonces mi padre estaba tocando en Salamanca, en el teatro Coliseum, por las fiestas de San Mateo. Tocaba la viola, el violín, con una compañía que vino de Madrid para interpretar zarzuelas. El Coliseum era entonces un teatro enorme, de 1.500 espectadores. Ofrecía conciertos, obras de teatro…

Ch.A.: Nosotros lo conocimos como cine. Estabas predestinado, José.

J.M.G.L.: Sé que mi padre no estaba en casa cuando yo nací porque lo escribía todo, dónde tocaba, qué tocaba… Llevaba un registro cuidadosísimo. Interpretaba con compañías itinerantes, tocaba en bandas, en orquestas. Él nos mandó a todos los hermanos a estudiar música, pero no había en León conservatorio, sino aquellas clases organizadas por “Educación y Descanso” que regentaba el padre de Odón Alonso. Con Odón Alonso hijo tocó mi padre mucho tiempo. Después, cuando hubo conservatorio en León, estudiamos ahí. Luego me marché a Alemania, mi padre era muy germanófilo, siempre escuchaba música alemana. ¡Si hubiera tenido las oportunidades que ahora se nos ofrecen para oír todo tipo de música! Estudié allí pedagogía, dirección y composición y me doctoré en Musicología con una tesis en alemán. ¡Entonces no había ordenadores y había que escribirlo todo a mano alzada! Luego he sido profesor del Conservatorio y catedrático de Musicología en la universidad de Salamanca. Ha sido una buena experiencia, combinar el conservatorio con la universidad.

Ch.A.: Y has compuesto más de cien piezas, es admirable aunque lo normal, aparentemente, es que te decidieras por un instrumento, no por la composición. ¿Cuándo supiste que era ese tu camino?

J.M.G.L.: Yo siempre quise hacer música, le decía a mi padre: ¿Por qué no haces música? Él solo quería tocar, interpretar, pero a mí, aunque aprendí piano, violín, lo que me llamaba era hacer música. Claro que lo que me inspiró fue el ambiente familiar, los hermanos tocábamos, en mi casa siempre había música. Antes de aprender, de niño, me llamaba la atención que se escribiera la música, y ponía notas sin ton ni son.

Ch.A.: Podemos entender la pintura, la escritura, pero ¿escribir música? ¡Qué extraño nos resulta!

J.M.G.L.: En la pintura tienes un referente, en la música es diferente, y debes conocer las leyes de la armonía, de la composición. En aquellos entonces la gente tocaba y cantaba en los grupos de Coros y Danzas, incluso después lo que se privilegiaba era la repetición, el tocar varias veces la misma pieza, el ejercicio… No la improvisación, no la creación, que es tan propia del niño. El que estudia un instrumento insiste en repetir y tocar una partitura. No había clases de improvisación, incluso ahora se insiste en eso de “siéntate al piano”.

Fernando Sánchez: Hay que cambiar todo el sistema de enseñanza de la música.

J.M.G.L.: Tú lo sabes muy bien, Fernando. Ahora la gente, gracias a los programas informáticos, puede escribir música, cualquiera puede hacer música. Y hay casos excepcionales: Paco de Lucía tenía una intuición extraordinaria, hacía el camino al revés, primero tocaba la pieza y luego la estudiaba. Todos pueden escribir, pintar, hacer música… se ha multiplicado el deseo de hacer arte y me parece maravilloso. Pero, desde siempre, para mí la composición es el primer rango de la música, después viene la interpretación, la dirección… Pero primero, la composición.

Ch.A.: Podemos jubilarnos de la docencia, no de la creación.

J.M.G.L.: Es verdad. Ahora compongo música “seria” y también esas pinceladas que acompañan, por ejemplo, a los cuadros de Marta, que son formas musicales más impresionistas, descriptivas. Como mis vidrieras, a las que llamo ‘microformas pictórico-musicales’.

Ch.A.: ¿Pintas tú también esas vidrieras?

J.M.G.L.: Me gustan mucho los salmos, los códices, los libros medievales, y me puse a pintar estas piezas que luego son fondos para la música. Es una sinestesia, pintar me ha gustado desde los 18 años. Marta empezó con los pinceles en el 2021 y yo enseguida pensé: voy a poner música a su pintura. En su última exposición los visitantes escuchan las piezas que se pueden leer con un código QR y que modulan un poco la obra. Me divierte y me interesa mucho esta relación entre la pintura y la música.

Marta Rodríguez: En la exposición de la Sala Protagonistas, en Santa Marta, la gente tiene la oportunidad de ver mis cuadros y escuchar, con el QR, la música que le ha hecho José.

J.M.G.L.: Lo que pasa es que el público ve los cuadros, pero la música no se aprecia. Este es un país donde no nos han educado para el mundo de la música.

F. S.: Tus composiciones en las vidrieras están llenas de campanas, de música muy moderna, muy especial.

J.M.G.L.: La música contemporánea ha explotado mucho los recursos, esta es una manera distinta de trabajar. Primero hago la música con el piano, después el fondo musical y los efectos de las vidrieras que, en realidad, son pequeñas piezas artísticas que pinto. En esas vidrieras la música atiende aspectos visuales muy concretos y tiene un espíritu impresionista. Me gusta mucho ese proceso de creación.

Ch.A.: No pensé que fueran tuyas estas imágenes tan coloridas, tan vivas…

J.M.G.L.: La gente sabe que escribo música, no que pinto. Esas vidrieras, que en realidad no lo son, responden a mi gusto por los códices, por los salmos, que fue lo que primero empecé a “iluminar” con la pintura. Una vez hecho, le hago una foto y lo manipulo todo al ritmo de la música. Unas veces pinto primero, y después, pongo la música, y otras, al revés. Hay gente que piensa, viéndolas, que son vidrieras de verdad –están en internet– pero no, son dibujos. Y gustan.

M. R.: Gustan porque a la gente lo que le gusta del arte es ver el alma de la persona. Eso no lo tiene la IA. José María respira arte.

Carmen Borrego: Tú también, Marta, toda vuestra casa respira arte. ¿De dónde viene tu gusto por los temas religiosos?

J.M.G.L.: Estuve interno con los capuchinos para hacer el bachillerato y de ahí me quedó el gusto por la liturgia, por la Biblia, por los libros de horas, los códices. Tuvimos allí afinidad con el latín, con el griego, con el árabe… me ha quedado ese gusto por los devocionarios, las escuelas de iluminación.

Ch.A.: Hablamos de arte, pero en realidad tenemos que recordar que, el 14 de diciembre, la Joven Orquesta Sinfónica de Salamanca toca una obra tuya “Retablo Renacentista”.

J.M.G.L.: En el 2022 me hicieron un encargo para el Festival de Música Española de León, como homenaje a Juan del Enzina, quien nació en Salamanca y murió en León. Y lo planteé como una obra para orquesta que hiciera referencia a su Villancicos. Eran alusiones a sus textos y su música con recursos modernos: tomé tres poemas y los elaboré, son música sobre música porque ya sabéis que Juan del Enzina escribía los textos y la música. Es una obra muy importante para mí porque pienso que él nació en Salamanca y murió en León y yo nací en León y moriré, probablemente, en Salamanca.

Ch.A.: Siempre me he preguntado si un compositor puede o no enmendarle la plana al director de orquesta cuando dirige una obra suya, o si es correcto que indique a los intérpretes cómo tocar lo que ha compuesto.

J.M.G.L: El compositor tiene que enmendarle la plana al diçrector si ve algo que no funciona. Yo doy mucha libertad a los intérpretes de mi música, porque sé que el material musical te empuja, lo mismo pasa con la dirección… pero claro, otras veces hay que decir algo, recuerdo muy bien que hubo un momento en el que le tuve que indicar a un director “Tienes que ir más rápido”, hay que respetar el tempo. Y también, en ocasiones, te enfrentas a que, cuando algo resulta difícil, el director dé un paso para hacerlo más fácil y ahí sí que soy estricto. Hay que respetar el tempo y la dificultad.

F.S.: Ver la música que compones interpretada debe ser impresionante. Y por cierto, mejor tocar a autores muertos, que no se quejan y no intervienen.

J.M.G.L.: Hay compositores que interfieren mucho y hay otros que no. El intérprete también tiene su libertad, la música le empuja. Y es muy especial oír la propia música. Ya decía Stravinsky que a los músicos no solo había que escucharlos, también había que verlos. Me gusta todo este proceso de preparación de un concierto, incluso en una “Salomé” pusimos velas e incienso para mostrar el aspecto ritual, esa sinestesia en el ambiente que no se suele dar en los conciertos. La experiencia del concierto siempre es mágica, imprevisible… el ambiente, la reacción del público, los aplausos de la gente. Eso nunca desaparecerá.

Charo Alonso. Carmen Borrego.

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