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SOCIEDAD
Actualizado 07/12/2025 16:46:24
Vanesa Martins

Tomás Gil desvela la singular historia de la obra maestra que preside La Purísima, un lienzo de 1635 que rompió con el tenebrismo y obligó a levantar un templo a la medida de su retablo

Es una de las cumbres del Barroco y se encuentra en el corazón de la capital del Tormes. La 'Inmaculada Concepción' de José de Ribera no es solo un cuadro; es el origen mismo de la iglesia que lo alberga. Encargada por el virrey de Nápoles, esta obra pionera en el tratamiento de la luz sirvió de modelo al mismísimo Bartolomé Esteban Murillo.

En el vasto catálogo artístico de la Diócesis de Salamanca, una obra brilla con luz propia —literal y figuradamente— en el altar mayor de la iglesia de La Purísima. Se trata de la "Inmaculada Concepción", pintada por José de Ribera en 1635. Según explica el responsable del Servicio Diocesano de Patrimonio, Tomás Jesús Gil, estamos ante "una de las obras más emblemáticas y de primera calidad" que atesora la ciudad, fruto del mecenazgo de don Gaspar de Zúñiga y Fonseca, conde de Monterrey y virrey de Nápoles.

La historia de este lienzo es la historia de un desafío teológico y artístico. Ribera, conocido como 'El Españoleto', recibió el encargo en Italia con un reto mayúsculo: "representar un dogma teológico en imagen". El pintor debía plasmar que María había sido concebida sin pecado original, una creencia que la monarquía española defendía fervientemente siglos antes de que el Vaticano la proclamara dogma oficial.

Para resolver este desafío, Ribera se alejó de la oscuridad predominante en la época. Gil destaca que el artista abandonó el "tenebrismo de Caravaggio" y el juego de luces y sombras que estaba de moda en Europa para crear algo nuevo. "Pensó en un ser lleno de luz, no sola, lleno de la luz de Dios", detalla el experto.

El resultado fue una innovación técnica sorprendente: una "atmósfera lumínica" que envuelve a la Virgen en "una luz esplendorosa, dorada, maravillosa". La imagen presenta un rostro de inocencia con "ojos luminosos y vidriados" que miran al cielo, rodeada de ángeles y símbolos de las letanías marianas. Esta nueva forma de representar la pureza marcó un antes y un después en la historia del arte.

La conexión con Murillo y el paso por Las Úrsulas

Antes de ocupar su lugar definitivo, la obra tuvo un periplo poco conocido por los salmantinos. Cuando las piezas llegaron desde Italia, la iglesia de La Purísima aún no estaba terminada, por lo que el cuadro fue guardado inicialmente en el convento de las Úrsulas. Fue allí donde se produjo un encuentro histórico para el arte español.

"Allí la conoció Murillo", revela Tomás Gil. El célebre pintor sevillano viajó a Salamanca, vio la obra de Ribera y quedó tan impactado que "la tomó como referencia". Según el responsable de patrimonio, Murillo "lo hizo suyo, a su manera", pero la influencia de la Inmaculada de Salamanca es innegable en las famosas representaciones posteriores del maestro sevillano.

Quizás la anécdota más sorprendente que relata Gil es que la iglesia de La Purísima es un caso excepcional donde el contenido condicionó al continente. El virrey había encargado en Italia no solo los cuadros —que incluyen también un San Genaro, un San Agustín y una Piedad, todos de Ribera—, sino también un monumental retablo de mármol.

Al intentar instalarlo en el convento de las Úrsulas, se dieron cuenta de que "no entraba" por sus dimensiones. Esto obligó a replantear todo el proyecto. "Normalmente, siempre se hace la arquitectura y luego, a ver qué ponemos. Pues aquí no; aquí, desde lo que ya tenían, tuvieron que idear la construcción de la iglesia", explica el sacerdote.

El resultado final fue un templo diseñado específicamente para acoger estas obras maestras, convirtiéndose, en palabras de Tomás Gil, en "una iglesia de Nápoles en Salamanca".

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