Conocemos las historias de estas tres usuarias que cada jueves realizan un paseo conjunto
Uno de los servicio de acompañamiento que realiza Cruz Roja de Salamanca, son los acompañamientos y paseos al exterior. La filosofía es clara y proactiva con un único objetivo: que los mayores salgan de casa. Un paseo que no es solo un ejercicio cardiovascular, sino como una herramienta de reconexión con la vida, con el barrio, con la luz del sol y con el bullicio de la ciudad.
Tras conocer el testimonio de una de sus voluntarias, Rosi Quintana. Conocemos la historia de tres usuarias que cada jueves, acompañadas de Rosi, cpmienzan un paseo en el Parque de Villar y Macías.
Si algo define a Rosalía Martín es una energía inagotable que desafía cualquier estereotipo sobre la tercera edad. Vinculada a Cruz Roja desde hace muchos años, donde ha participado en talleres de manualidades y otras actividades, tiene una filosofía clara: el movimiento es sinónimo de vida. "A mí el ejercicio me encanta, sea lo que sea. Estar parada lo odio. Cuando no me queda más remedio que estar así, mejor no me hables", declara con una rotundidad y un sentido del humor que contagia al grupo. Para ella, estos paseos matutinos son la excusa perfecta para activarse, pero sobre todo para tejer redes de afecto.
Durante las caminatas, Rosalía comparte una biografía marcada por la emigración y la resiliencia. Amante de la cocina, disfruta preparando platos para sus seres queridos. “Nos hemos convertido en amigas", explica sobre sus compañeras de paseo, con quienes comparte historias y evita, según dice entre risas, "criticar".
La historia de Carmen, natural de Vitigudino aunque residente en la capital desde el año 1980, es el reflejo de cómo el cuidado de los demás puede, a veces, vaciar la vida propia. Tras años dedicada en "cuerpo y alma" al cuidado de su marido, enfermo de Alzheimer, explica que cuidaba de su marido, “hasta que se me fue", relata con serenidad. Tras el fallecimiento, Carmen atravesó un duelo necesario, un periodo de adaptación a una nueva realidad y con sus tres hijos viviendo fuera de Salamanca.
Fue en ese momento cuando decidió unirse a los grupos de Cruz Roja en Salamanca. Ahora es sus actividades y paseos ha "encontrado que tenía otra familia, unas amigas a quien contarle mis cosas y con las que charlar", afirma emocionada sobre el vínculo creado con los voluntarios y compañeras. Ahora, su agenda ha vuelto a llenarse de vida. Además de las caminatas por la zona de Villar y Macías, participa en clases de psicomotricidad y los viernes ha consolidado una tradición sagrada con su nuevo grupo de amigas: quedar para merendar. "La mayor actividad es el encuentro, el cambiar la rutina de estar en casa haciendo ganchillo", asegura, convencida de que salir a la calle es la mejor medicina.
A sus 89 años, Celestina es el ejemplo vivo de la perseverancia. Llegada del norte de España a Salamanca en 1980 por recomendación médica y circunstancias familiares, también afronta la viudedad y la soledad en su domicilio, aunque recibe la visita diaria de su hija. "Te pasas un rato, te distraes y llegas a casa de otra manera. No es como estar toda la mañana metida allí", comenta con lucidez sobre los beneficios de salir a caminar en grupo.
Lo que distingue a Celestina es su disciplina casi deportiva. Ni el frío ni el invierno salmantino la detienen; con un buen gorro para protegerse los oídos y ropa de abrigo, no falta a su cita con la salud. Su compromiso se materializa en un pequeño dispositivo que lleva consigo "como oro en paño": un podómetro facilitado por los voluntarios de Cruz Roja. Durante la entrevista, se revela que en una sola semana ha registrado cerca de 29.000 pasos, una cifra envidiable que confirma su excelente estado de forma. Celestina demuestra que la edad es solo un número cuando existe voluntad y un entorno de apoyo que fomenta la actividad física y el acompañamiento.