OPINIóN
Actualizado 05/12/2025 08:00:57
Manuel Rodríguez Fraile

Los fascismos no necesitan de dictaduras para emerger, se desarrollan y crecer en el campo abonado de los sistemas libres y democráticos.

Porque los sistemas libres y democráticos se edifican sobre el pluralismo social, las libertades y la participación de la ciudadanía en la constitución de los derechos y deberes de todos, y esta es precisamente la paradoja democrática, que la libertad en que se asienta puede ser utilizar para coartar esa misma libertad.

En la democracia española se pueden exhibir banderas preconstitucionales y vitorear nombre de dictadores; los grupos neonazis pueden convocar reuniones para lucir toda la parafernalia fascista y añeja de boinas, correajes, uniformes, estandartes… En la democracia española se puede lanzar acusaciones sin pruebas contra las instituciones públicas, se puede llamar asesino a un diputado o zorra a una diputada, incluso se puede acusar a un gobierno elegido democráticamente de okupa, de ilegitimo y corrupto o de estar tomando una deriva dictatorial. En la democracia española se puede llamar "hijo de puta" al Presidente de Gobierno y luego negarlo sin que pase nada o llamar "bruja" a una diputada. En la democracia española se puede elogiar públicamente a personajes como Trump, Milei, Putin o Netanyahu y luego condenar a todo un Fiscal General del Estado por las “deducciones” sin pruebas del Jefe de Gabinete de una Presidenta Autonómica.

En la democracia española se puede premia con casi 9.000 euros anuales a un expresidente autonómico como infinidad de pruebas de culpabilidad y toda la ciudadanía en su contra o se puede afirmar, como hizo el paso día 1 la cada vez más delirante presidenta de la Comunidad de Madrid, que ETA está preparando el asaltar del País Vasco y Navarra mientras sostiene al presidente del gobierno. Es esa misma libertad que los fascistas quieren negarnos la que permite su existencia, porque es fácil es ser fascista en una democracia.

El fascismo crece siempre encriptado en situaciones reales o imaginarias de crisis, caos, incertidumbre, inseguridad, etc.; se alimentan de las situaciones que perturban la convivencia social, son creadores de crisis. Y cuando logran imponer el caos, como lo hace cualquier régimen autoritario, se auto-proponen como libertadores.

Nos ofrecen SU orden frente a la inestabilidad, SU seguridad frente a cualquier amenaza interna o externa y SU identidad uniformizaste y SU pensamiento único para combatir esa diversidad que tanto les molesta y consideran siniestra. Y para lograrlo, todos sabemos que sólo hay un camino posible: la imposición por la fuerza. Porque, me pregunto, ¿cuándo los seres humanos hemos estado de acuerdo sobre Dios, la política, el sexo, la religión, el incesto, la pena de muerte o el aborto?

Sus propuestas, envueltas bajo banderas nacionales, falsos patriotismos, promesas de instauración de un poder fuerte y amenazas, las gritan entre insultos hacia todo y hacia todos aquellos que no compartan su ideario clasista, machista, racistas, xenófobo; y siempre dogmático. Sus propuestas son simples, claras incluso pueden resultar atractivas, porque van dirigidas a los intestinos y la emociones nunca a la razón, porque ni les interesa ni saben entrar a debatir problemas complejos, sus argumentos son falacias y sus razonamientos circulares. Pero, cuando el miedo habla el buen juicio suele guardar silencio.

Por eso es tan importante conocer la Historia, estar siempre alerta, contar con sistemas de enseñanza que impulsen el espíritu crítico de los ciudadanos, elegir representantes políticos bien preparados y honestos, disponer de sistemas de auditora social que sean eficaces y unos medios de comunicación responsables

Porque al desengaño y el desencanto le siguen la inacción y la apatía, más tarde el conformismo y la resignación y por último la obediencia irracional. Una irracionalidad que nos lleva a estar dispuestos a cambiar nuestra libertad y nuestros derechos por una seguridad engañosa.

El sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, Zygmunt Bauman, afirmaba que hoy vivimos en una sociedad líquida por su naturaleza fluida, inestable, cambiante y la constante necesidad de adaptarse y reinventarse, pero nos advirtió que seguridad sin libertad significa esclavitud.

Sí, es fácil ser fascista en una democracia, pero defender la democracia frente a las aspiraciones de las ideologías fascistas es otra cosa, exige compromiso, valor y pelea constante contra sus “cantos de sirena”.

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