Se quedó mirando la Plaza.
Fue repasando arco tras arco, columna tras columna.
Sus ojos acariciaban cada talla en la piedra dorada.
Cada medallón… La espadaña abrazando el reloj…
El suelo acharolado por la humedad.
Comenzaron a sonar las campanadas.
Salió corriendo a comprar el tebeo con el dinero que le acababa de dar su padre.
Estaba en pleno centro notando en sus labios el suave encuentro con otros labios.
Cruzaba apresurada en diagonal, con sus carpetas bajo el brazo, al ritmo de sus tacones.
Recorría los soportales entrelazando sus dedos con otra mano cuyo anillo también brillaba.
Paseaba con su hijo adolescente enseñándole sus doradas raíces.
Quedaba con una amiga para ponerse al día después de tantos años de ausencia.
Tomaba café con su madre bien abrigada disfrutando del tibio sol.
Al sonar las ocho sonrió. Ese reloj conocía perfectamente su vida.
Mercedes Sánchez
La fotografía es gentileza de José Amador Martín, a quien se la agradezco