entre la Mecánica cuántica y la Teología’
Grande es la tarea que la Editorial Sígueme, relacionada íntimamente con los Operarios diocesanos, está desempeñando en la Iglesia y en la cultura españolas, publicando gran cantidad de novedades selectas en Teología, ese saber tan necesario para conocernos a nosotros mismos los creyentes o los no creyentes bien informados.
Me gusta pararme en los escaparates de las librerías, por ejemplo ARS o Victor Jara, que son las que más cerca me caen, o alguna librería de viejo en la que logré un ejemplar de un libro descatalogado. Pararme ante el escaparate de una librería es una agonía, o sea una lucha interior, entre entrar para manosear los libros o dejarlo estar porque no tengo ni tiempo para leer ni dinero para comprar todos los libros que, a primera vista, me tientan. Hay un tercer problemilla: no tengo sitio donde colocarlos.
Con todo, creo que seguiré cayendo en las tentaciones de comprar y de leer libros. Y así, hace ya unas cuantas semanas que caí en la tentación de comprar y leer un libro cuyo título me sedujo desde el escaparate: “Física cuántica y Teología. Un diálogo posible”. No es un tocho, apenas 140 páginas en el ejemplar azul de la Colección Verdad e Imagen, dirigida por nuestro paisano y amigo el doctor Ángel Cordovilla profesor de Teología en la Universidad de Comillas.
A lo que vamos: acabo de leerme el libro “Física cuántica y Teología. Un diálogo posible” de John Polkinghorne (1930 – 2021). John Polkinghorne fue profesor de Física Matemática en Cambridge. Cuando había cumplido su meta de estudio de la Mecánica cuántica, dejó la Ciencia a un lado por unos pocos años, estudió Teología y fue ordenado sacerdote anglicano. En su etapa de científico publicó varios estudios sobre lo más novedoso de la Física, publicado en el primer cuarto del siglo XX. Como sacerdote ha publicado muchos libros para fomentar el diálogo entre Ciencia y Religión y este es uno de ellos.
Al terminar la lectura del librito me he planteado una pregunta: ¿ha valido la pena leer todo el libro sin enterarme de más de la mitad? Reconozco mis propios límites: a pesar de haber cursado un buen Bachillerato de Ciencias, esa preparación es claramente insuficiente para captar mínimamente la Mecánica cuántica o, por ejemplo, la teoría matemática de las supercuerdas. A lo más que me da el coco es a reconocer con humildad que esos avances de la Ciencia, aunque tengan algunos más de cien años, siguen siendo importantes y necesarios para cualquier avance científico del presente o del inmediato futuro. De vez en cuando viene bien darse un baño en agua superfría para espabilar, reconocer y profundizar en lo que se atribuye a Sócrates: “Yo solo sé que no se nada”. El reconocimiento humilde de nuestra ignorancia es condición necesaria para avanzar en el conocimiento.
Esa humildad de los científicos verdaderos y de los buenos teólogos es la garantía del diálogo entre Ciencia y Religión, Religión y Ciencia. Cierto es que muchos científicos se declaran ateos, pero también es cierto que otros muchos de la mayor importancia científica se declaraban y se declaran creyentes: Galileo fue investigado por la Inquisición, pero también recibió apoyo de San José de Calasanz y de los cardenales más influyentes en su tiempo. Isaac Newton también fue incomprendido por algunos anglicanos, pero nunca dejó de ser creyente. En el siglo XIX Faraday, Maxwell y Kelvin fueron devotos cristianos.
Una de las tesis más repetidas del autor del libro que nos ocupa es que Ciencia y Teología buscan la verdad y que es posible, bueno y necesario, el diálogo entre Ciencia y Teología, científicos y teólogos.
No me resisto a copiar algunos de los últimos párrafos: ·… “En el caso de los científicos… si quieren continuar su búsqueda de la verdad hasta el final, deben estar dispuestos a ir más allá de los límites de la ciencia. Pienso que esta otra búsqueda, si se prosigue con apertura, llevará al investigador en la dirección de la fe religiosa. Porque no es otra que la búsqueda del Logos. En consecuencia, creo que ciencia y religión son como primas hermanas y las relaciones de parentesco que hemos investigado en este libro hallarán su más profunda integración en términos de una verdadera Teoría del todo: la Teología trinitaria.”
Antonio Matilla