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Actualizado 30/11/2025 11:06:39
Rosa M. García

El programa 'Alandar' atiende a alrededor de 300 internos en Topas para ofrecerles una "esperanza" real de reinserción y alternativas terapéuticas a la condena

La realidad penitenciaria a menudo permanece invisible tras los muros del centro de Topas, rodeada de estigmas y desconocimiento social. Sin embargo, detrás de las cifras de reclusos y condenas, existen historias humanas y un intenso trabajo de acompañamiento que busca ofrecer segundas oportunidades.

Almudena Iglesias, coordinadora del Programa de Intervención Social en Prisión de Cáritas Diocesana de Salamanca, ofrece una radiografía nítida y alejada de estereotipos sobre la vida en el centro penitenciario de Topas. Bajo la premisa de que "dentro de las prisiones lo que hay es mucha pobreza y mucha pobreza humana", la responsable del programa 'Alandar' ha detallado la labor de acompañamiento que la entidad realiza con cerca de 300 personas privadas de libertad, buscando transformar el tiempo de condena en una oportunidad real de cambio.

El equipo de Cáritas, compuesto actualmente por dos técnicos, un equipo de voluntariado y tres alumnas en prácticas (dos de Educación Social y una de Integración Social), trabaja tanto en el interior de la cárcel como en el exterior. Su misión abarca desde la preparación para la salida hasta el apoyo a las familias, que a menudo sufren el estigma y la desorientación que supone tener a un ser querido en prisión. Para facilitar los permisos penitenciarios de quienes carecen de apoyo fuera, la entidad cuenta con la colaboración de recursos clave como la casa de acogida Padre Damián, donde mantienen tres plazas reservadas específicamente para este fin.

La intervención se extiende también al Centro de Inserción Social (CIS) Dorado Montero. Según los datos aportados por Iglesias, actualmente hay unas 60 personas avaladas por la entidad para disfrutar de permisos, de las cuales alrededor de 40 salen regularmente gracias a este soporte.

Romper el "día de la marmota": inactividad y gestión emocional

Uno de los mayores enemigos en la vida carcelaria es la rutina vacía y la falta de horizonte. Iglesias ha relatado cómo una interna en régimen de aislamiento describía su día a día como "el día de la marmota", una repetición constante sin objetivos claros. Esta sensación de inactividad se ve respaldada por las cifras: según ha detallado la coordinadora, de las casi 1.300 personas que alberga el centro penitenciario, "poco más de 200" tienen un puesto de trabajo, lo que limita drásticamente las opciones de ocupación y reinserción laboral intramuros.

Para combatir esta situación, que la coordinadora define como un "terremoto emocional diario", Cáritas despliega una batería de talleres grupales adaptados a los perfiles más vulnerables. Las actividades se centran especialmente en:

  • Personas en primer grado y aislamiento: Colectivos que requieren un acompañamiento más intenso debido a su régimen de vida.
  • Módulo de enfermería y salud mental: Atención a internos con patologías psiquiátricas y adicciones.
  • Mujeres: Un colectivo minoritario y especialmente vulnerable dentro del sistema penitenciario.
  • Preparación de campañas específicas: Como las manualidades para la Navidad, una época descrita como "muy dura" por la separación familiar, o la sensibilización en torno al 25 de noviembre contra la violencia machista.

"Intentamos trabajar todo el tema de gestión emocional porque muchas veces decimos que son analfabetos emocionales", ha explicado Iglesias. La coordinadora subraya que la incapacidad para gestionar emociones básicas, como la ira o el control de impulsos, está en el origen de muchos delitos.

Perfiles marcados por traumas infantiles

El análisis de la población reclusa que realiza Cáritas revela una realidad social compleja. Lejos de justificar los delitos, Iglesias invita a entender las trayectorias vitales: "Cuando conoces las historias de vida, entiendes muchas cosas. Son niños que no han crecido con mimo, cuidado o educación".

El programa atiende a personas provenientes de familias desestructuradas o que han sufrido experiencias traumáticas tempranas. En este sentido, Iglesias ha señalado casos especialmente duros: "Muchas veces te encuentras con personas que han tenido una vida muy complicada y repiten esquemas aprendidos, como delitos tan feos como los de índole sexual, donde ves que son niños que también han sido abusados". Romper ese círculo vicioso es uno de los objetivos prioritarios de la intervención.

Ante esta situación, desde 'Alandar' se apuesta por un cambio de paradigma en el cumplimiento de las penas. "Intentamos alzar la voz para que no sea la privación de libertad la única forma de pagar una pena, que haya también alternativas", ha defendido la coordinadora. Iglesias propone que, en casos de adicciones, se priorice el cumplimiento en comunidades terapéuticas o centros de día para tratar el problema de base, evitando que la cárcel se convierta en "el castigo por el castigo".

Trabajo en red: Ranquines y coordinación institucional

La complejidad de las problemáticas, especialmente en el ámbito de la salud mental, exige una respuesta coordinada. Almudena Iglesias ha destacado la importancia del trabajo en red con otros recursos especializados de la diócesis, citando explícitamente la colaboración con el Centro de Día Ranquines, esencial para la atención de personas con trastorno mental grave y exclusión social.

A pesar de las dificultades burocráticas inherentes a una institución de alta seguridad, como los plazos para autorizar la entrada de voluntarios, Iglesias ha calificado la coordinación con los equipos técnicos del centro penitenciario y del CIS como "muy buena" y fundamental. El programa lleva funcionando más de 30 años, una trayectoria que se remonta a la antigua cárcel de Salamanca y que coincide con el 30 aniversario del centro de Topas, que se celebrará el próximo 18 de diciembre.

El reto final, sin embargo, está en la sociedad. Almudena Iglesias ha hecho un llamamiento a derribar prejuicios y miedos, a menudo alimentados por un tratamiento mediático sensacionalista. "Estas personas van a volver a los barrios, van a ser nuestros vecinos", ha recordado. Por ello, Cáritas insiste en la necesidad de una comunidad acogedora que ofrezca oportunidades reales, ya que, "aunque solo sea por egoísmo, para que no haya más víctimas, deberíamos poner la mirada en la esperanza".

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