OPINIóN
Actualizado 28/11/2025 08:00:38
Álvaro Maguiño

El frío pace tranquilo en las calles adoquinadas. Hay en sus juntas una temperatura estática, de eterna quietud que los fija y separa como si cumpliesen condena de sigilo. El pie que anda y desanda sobre sus propios pasos recupera de las rugosidades un trasunto de todo lo que ha desaparecido en el mundo moderno, si es que queremos llamarlo así. Hablo de palabras como el gorrión ahueca sus plumas para cobijarse del frío y nosotros nos refugiamos en jerséis.

Aparecemos como una nana en la calle del invierno, con la calma y la ingenuidad infantil pérdida. El mundo es nuevo y el frío nos sonroja para despertar la luz de nuestros ojos. La punta de la nariz afresada, las orejas tersas. Pero aparecemos con una actitud de autodefensa que redunda en nuestra ternura. La materia suave que envuelve los cuerpos en el fondo es imagen de nuestra propia búsqueda por hacer una realidad más fácil de afrontar, una mañana que superar. Debajo de la lana y el algodón aparece un latido que se alegra de ver que alguien también lleva guantes. De ver la perfecta caída de la bufanda por el cuello o el grueso abrigo sobre los hombros. Quizás esta protección se refleja en nuestros ojos ridícula, pueril o antiestética. Pero veo en las personas abrigadas el mismo espíritu del ave aterida. Es la salvación como la vida de verdad, la que te requiere apuntar aquello que de verdad resguarda del frío. Llenamos la boca con la palabra ternura e invocamos a través de ella un organismo que busca la luz entre trama y urdimbre.

Este particular fenómeno que enriquece nuestra apariencia y le otorga la sensibilidad del que padece es un profundo ejemplo de hacer de la necesidad un testimonio. Debe quedar patente esta búsqueda por la comodidad y el calor sin tener que recurrir al fuego o a la calefacción como una muestra perfecta de lo que significa sentir. Por eso las imágenes que recuerdan al abrigo físico terminan por abrigarnos a nosotros mismos en este afán de ternura. Veo a mis amigos con sus mudas y tratando de metamorfosear para evitar congelar su conversación en temas estancos. Puede que ahí resida la verdadera importancia de armarse de abrigos de plumas y otros útiles invernales. En abrigarnos para seguir abrigando.

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